El Gran Teatro del Futbol Femenil y sus Promesas Efémeras

El Divino Decreto de la Arena y el Balón

En un acto de benevolencia sin precedentes, la Suma Sacerdotisa del Progreso Circular, Claudia Sheinbaum Pardo, ha descendido del Olimpo burocrático para ofrecer a las plebeyas no solo una mísera butaca en el gran circo mundialista, sino una promesa metafísica: que la monumental inversión en templos deportivos (también conocidos como estadios) para el megaevento varonil, milagrosamente se filtrará, como un rocío sagrado, hacia el yermo terreno del futbol femenil.

Con la solemnidad de quien anuncia el descubrimiento de un nuevo principio físico, la Mandataria confesó que, en sus años mozos, el balompié para ella y sus congéneres era una actividad tan exótica como cazar dragones. Ahora, investida de poder, ha jurado corregir este error histórico con la construcción de “canchas” y la organización de “mundialitos”, una suerte de panem et circenses para las masas descuidadas, asegurando que el hechizo no se disipará cuando el último hincha varonil abandone el país.

La Sublime Candidatura y el Espejismo del 2031

En un movimiento estratégico de realismo mágico institucional, el gobierno mexicano, en una coalición de lo absurdo con Estados Unidos, Costa Rica y Jamaica, ha lanzado su candidatura para el Mundial Femenil del 2031. Una jugada maestra que consiste en prometer para un futuro lejano lo que se es incapaz de consolidar en el presente inmediato. La confirmación de esta quimera, por supuesto, llegará justo a tiempo para ser ahogada por el ruido del campeonato masculino de 2026.

“Queremos que la efervescencia colectiva“, declaró la Presidenta, refiriéndose a ese breve y lucrativo estado de histeria nacional que explotan las televisoras y los patrocinadores, “no se evapore como lágrimas en la lluvia”. Su visión es clara: transformar el efímero arrebato de patriotismo deportivo en una eterna primavera futbolística, un mundo donde los “mundialitos” florezcan perpetuamente y la inversión no sea solo un eslogan preelectoral. Una fábula tan conmovedora como improbable, en la que el sistema, por primera vez, se interesa por el juego y no solo por el negocio.

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