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El Mencho y su cártel elevan el crimen a arte burocrático

El imperio criminal de “El Señor de los Gallos” alcanza nuevos récords de absurdos violentos bajo la mirada cómplice de autoridades.

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En un giro tragicómico que solo México podría ofrecer al mundo, el Cártel de Jalisco Nueva Generación (alias “la startup del infierno”) ha sido promovido de simple emprendimiento criminal a franquicia terrorista con certificación internacional, gracias al beneplácito del Departamento de Estado gringo. Su CEO, don Nemesio “El Mencho” Oseguera –antes humilde policía, hoy magnate de la muerte– celebra desde su bunker-desconocido esta distinción que lo equipara con ISIS, pero con mejor logística.

Foto: El Universal (archivo de su última selfie laboral, 2014).

Lo que comenzó como un modesto negocio familiar de exportación de heroína con valor agregado en los 90, hoy es un conglomerado multidisciplinario: desde narcotráfico (clásico) hasta innovadoras líneas de negocio como “centros de exterminio” con programas de lealtad (dejas las zapatillas, ganas la eternidad). El CJNG incluso ha diversificado hacia el sector inmobiliario, convirtiendo fosas clandestinas en departamentos de lujo para enemigos (sin enganche, solo desaparecer).

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Su ascenso corporativo es ejemplar: de empleado de seguridad para el cártel del Milenio (división “Maradona”) a accionista mayoritario del terror. La fusión hostil con “Los Torcidos” en 2010 –que incluyó un MBA práctico en decapitaciones– le permitió cotizar en la bolsa negra de la violencia. Hoy, su portafolio incluye tráfico de migrantes (clase turista y ejecutiva), fraude de tiempos compartidos (en el infierno) y fentanilo express (delivery en 30 minutos o tu muerte gratis).

Lo más hilarante: mientras el gobierno mexicano ofrece 15 millones por su cabeza (equivalente a 3 horas de sus ganancias), el Tío Sam lo sanciona post-mortem, como si alguien creyera que a “El Señor de los Gallos” le importa no poder usar PayPal. Entre tanto, sus narcocorridos suenan en plazas públicas como himnos corporativos, coreados por empleados (clientes) que pagan con su vida el privilegio de ser parte de esta cultura organizacional.

Y así, entre designaciones terroristas que llegan 20 años tarde y rumores de muerte más falsos que sus documentos de aduana, el mito crece. ¿Dónde está el Mencho? Probablemente en algún paraíso fiscal –o infernal–, viendo cómo su marca supera en reconocimiento a Pemex. Mientras, México sigue siendo el país donde el crimen paga dividendos, las autoridades firman actas de defunción a destiempo, y los ciudadanos… ah, los ciudadanos son el producto.

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