El nuevo credo hipotecario y la fe en tres requisitos

El Edicto del Gran Simplificador

En un acto de iluminada benevolencia que seguramente será recordado en los anales de la administración pública, el Gran Simplificador, también conocido como Octavio Romero Oropeza, ha descendido del Olimpo burocrático para anunciar una revelación divina: el camino hacia la vivienda propia, antes un laberinto kafkiano de mil 80 pruebas iniciáticas, ha sido reducido a un mero trámite de tres sagrados mandamientos.

“Antes era un problema”, confesó el Sumo Sacerdote del Infonavit con la candidez de quien descubre el fuego, refiriéndose a los arcanos 25 o 30 requisitos que durante décadas mantuvieron a los trabajadores en un peregrinaje sin fin. La nueva fe crediticia, dictada por la Profetisa en Jefe desde Palacio Nacional, es tan simple que raya en lo sublime: ser un elegido (derechohabiente), ganar una limosna entre uno y dos salarios mínimos, y, lo más importante, no tener la herejía de un techo propio previo.

La Promesa de la Tierra Prometida (a Cuentagotas)

Para coronar esta revolución de la simplicidad, el oráculo oficial promete la entrega de casi 5 mil moradas antes de que el año expire. “Tenemos entregadas al día de hoy alrededor de mil 100 viviendas”, proclamó, una cifra que, sin duda, hará temblar los cimientos del déficit habitacional. El resto, unas 4,871 unidades, serán materializadas por arte de magia institucional en los últimos suspiros del calendario, en un despliegue de eficiencia que desafía las leyes del espacio-tiempo logístico.

Este nuevo evangelio hipotecario es, sin duda, un monumento a la lógica invertida: se facilita el acceso al crédito justo para aquellos cuyos ingresos los sitúan en la cuerda floja de la economía, creando una elegante alegoría sobre la pescadilla que se muerde la cola. Mientras los altares de la tecnocracia celebran la eliminación de trámites, la realidad construye viviendas a un ritmo que haría parecer a los caracoles unos velocistas olímpicos. El mensaje es claro: la burocracia ha muerto, ¡larga vida a la nueva burocracia simple!

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