El sorteo alfabético de la caridad estatal en tiempos de crisis

CIUDAD DE LOS DESEOS INCUMPLIDOS.- En un alarde de eficiencia estratosférica, el Gobierno de la Cuarta Transformación ha perfeccionado el arte de convertir derechos sociales en un juego de azar. Hoy, como en un bingo revolucionario, solo ganan quienes lleven en su sangre las sagradas letras “P” o “Q”.

Más de 12 millones de súbditos aguardan su turno en esta épica odisea fiscal, donde recibir una limosna digital equivale a ganar la lotería… si tu apellido coincide con el horóscopo burocrático del día. El cuarto pago bimestral (Julio-Agosto) llega justo a tiempo para que los afortunados puedan contemplar cómo su esperanza monetaria se evapora en comisiones bancarias.

¡Alegrémonos! Los elegidos podrán dejar su botín gubernamental languideciendo en cuentas bancarias, mientras las terminales punto de venta se convierten en altares donde sacrificar el 10% del depósito. ¿Para qué retirar físicamente el dinero si puedes pagar el privilegio de no tocarlo?

El ritual de iniciación: cuando tu identidad depende de consonantes

Tras el monumental esfuerzo de beneficiar ayer a tres letras del alfabeto (seguramente las más revolucionarias), hoy el Ministerio de la Providencia Alfabética decreta que solo los portadores de “P” (¿Patria?) y “Q” (¿Queja?) merecen el maná estatal. Los agraciados podrán peregrinar a los Templos del Bienestar, donde los sumos sacerdotes bancarios les cobrarán entre 22 y 40 pesos por el sacrilegio de necesitar efectivo.

Mientras tanto, en un acto de justicia poética, quienes se apellidan “Z” (¿Zozobra?) deberán esperar pacientemente a que el sistema descubra que el abecedario tiene más de cinco letras. Así funciona la redistribución de la riqueza en el México moderno: lenta, caprichosa y con tarifas adicionales.