Jack Johnson el boxeador que desafió el racismo con sus puños

Ciudad de México.- Imagina un mundo donde los puños desafían no solo a un rival, sino a todo un sistema. Jack Johnson no era solo un boxeador; era un disruptor social, un hombre que convirtió el ring en un campo de batalla contra la supremacía blanca. En 1910, en plena era de segregación, su mera existencia como campeón mundial de pesos pesados era una revolución. ¿Qué pasaría si el deporte no fuera solo un juego, sino un arma de cambio radical?

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El llamado combate del siglo fue más que un espectáculo: fue un experimento social fallido. La América blanca apostó por Jeffries, el “gran esperanza blanca”, para restaurar el orden racial. Pero Johnson, con su estilo audaz y su vida extravagante, desmontó el mito de la inferioridad negra con un derechazo en el round 15. ¿Y si la verdadera pelea no era en el cuadrilátero, sino en las calles donde estallaron linchamientos y disturbios?

La novela gráfica El último hombre en pie revela la paradoja: ganar el combate fue el inicio de su persecución. Johnson pagó su triunfo con el exilio, la cárcel y el ostracismo. Pero su legado es una pregunta incómoda: ¿puede un acto individual derribar estructuras centenarias? Trump lo indultó, Obama lo evitó, y hoy su historia refleja las tensiones raciales no resueltas. ¿Qué nos dice esto sobre el performativismo político actual?

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Johnson no era un santo —su historial con las mujeres es controvertido—, pero su vida plantea un desafío: ¿cómo separamos al héroe del sistema que lo castiga? Mientras EE.UU. revisa su pasado, esta historia muestra que el progreso no es lineal. Como diría un pensador lateral: a veces, el golpe más efectivo no es el que noquea al oponente, sino el que agrieta los cimientos del estadio.

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