Una decisión del Senado de la República, aparentemente rutinaria, ha establecido el segundo viernes de septiembre como el Día Nacional de lo Hecho en México. Pero, ¿qué intereses y realidades económicas se esconden detrás de esta declaración oficial?
Nuestra investigación revela que esta medida va más allá del simbólico reconocimiento al talento local. Fuentes internas dentro de la Cámara Alta confirmaron que el verdadero objetivo es contrarrestar lo que algunos legisladores denominan “la invasión silenciosa”: el creciente contrabando de productos asiáticos que amenaza con sofocar a las micro, pequeñas y medianas empresas mexicanas.
¿Estrategia nacional o maniobra política?
Al indagar en los motivos reales, encontramos declaraciones del senador Francisco Chíguil Figueroa que vinculan esta iniciativa directamente con el polémico Plan México. ¿Estamos ante una genuina estrategia para fortalecer la identidad nacional o simplemente un movimiento calculado para alinearse con la política económica federal?
Documentos obtenidos en exclusiva muestran que la marca “Hecho en México” funciona como un escudo comercial destinado no solo a promover el consumo interno, sino a crear una barrera defensiva contra productos extranjeros que ingresan por canales irregulares.
Los números que preocupan al sector productivo
Las cifras oficiales indican que hasta mayo de 2025, 623 empresas y 1,983 productos habían recibido el distintivo. Sin embargo, expertos consultados cuestionan la efectividad real de este programa. ¿Por qué si existe este reconocimiento, sectores como el calzado, la industria textil y los juguetes continúan reportando pérdidas millonarias?
Emmanuel Reyes Carmona, presidente de la Comisión de Economía, admitió en una entrevista exclusiva que el verdadero desafío no es solo visibilizar el esfuerzo empresarial mexicano, sino equilibrar una competencia desleal que ha penetrado profundamente en el mercado nacional.
Al profundizar en esta historia, descubrimos que la declaración del Senado representa solo la punta del iceberg de una batalla económica mucho más compleja, donde la soberanía comercial del país se juega no en los discursos políticos, sino en la capacidad real de las empresas mexicanas para competir en su propio territorio.
















