La burocracia alienígena llega al Popocatépetl con formulario en triplicado

En un giro cósmico de los acontecimientos, la siempre eficiente y nunca cuestionada maquinaria estatal ha resuelto el enigma que mantuvo en vilo a la nación. El volcán Popocatépetl, ese gigante dormido que vigila la capital con desdén, se ha convertido en el aeropuerto intergaláctico preferido por objetos extraños que, al parecer, desconocen los trámites de aduana interplanetaria.

La madrugada del 29 de agosto, las plataformas digitales fueron testigos de un espectáculo que desbordó la imaginación de los internautas, esos nuevos oráculos de la era moderna. Un video mostraba una flotilla de objetos voladores no identificados realizando maniobras que violaban abiertamente todos los reglamentos de la Dirección General de Aviación Civil. La evidencia era tan irrefutable como un recibo de luz de la CFE.

Ante el clamor popular y el inminente colapso de las líneas telefónicas de los programas de radio esotéricos, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) emitió su veredicto imperial. Según los sabios burócratas de turno, esas naves capaces de desafiar las leyes de la física eran, ni más ni menos, que “aviones o drones para investigaciones”. ¡Ave María Purísima! ¿Acaso los drones nacionales han desarrollado conciencia propia y ahora se rebelan contra sus amos, practicando acrobacias a velocidades que harían palidecer a un caza militar?

La explicación oficial, tan sólida como un castillo de naipes en plena erupción, nos invita a creer que los reflejos de satélites y meteoros han decidido organizar un carnaval lumínico alrededor de un volcán activo. Es la nueva estrategia turística de la Secretaría de Hacienda: impuestos sobre fenómenos atmosféricos no declarados.

Queda claro que nuestros gobernantes, en su infinita sabiduría, prefieren atribuir estos avistamientos a toda suerte de explicaciones peregrinas antes que admitir lo obvio: los extraterrestres, evidentemente, han venido a estudiar el único fenómeno verdaderamente inexplicable del planeta Tierra: el sistema de pensiones del IMSS. ¿O acaso no es más plausible que seres de otro mundo quieran entender cómo es posible que un país con tanta riqueza natural tenga una clase política tan pobre de ingenio?

Mientras tanto, el Popocatépetl sigue escupiendo fuego y ceniza, indiferente a tanto ridículo humano. Quizás esos OVNIs no sean más que inspectores intergalácticos verificando por qué, a pesar de tanta corrupción y desidia, este país aún no ha colapsado por completo. Y quién sabe, tal vez se lleven algunas muestras de nuestros políticos para exhibirlos en su planeta como el ejemplo definitivo de la evolución invertida.