La burocracia enfrenta la furia de la naturaleza

CIUDAD DE MÉXICO.- En un alarde de precisión contable digna de los más exquisitos burócratas del reino, la Suma Sacerdotisa del Progreso Inexorable, Claudia Sheinbaum Pardo, anunció hoy la macabra cosecha recogida por las diluvianas iras del cielo: un saldo de 70 almas convenientemente contabilizadas y clasificadas por demarcación territorial, como si de un informe trimestral se tratara.

La jefa del Ejecutivo federal, en su sagrado ritual matutino ante los papiros electrónicos, desglosó con escalofriante pulcritud la distribución geográfica de la desgracia: 30 bajas en Veracruz, 21 en Hidalgo, 18 en Puebla y una ofrenda solitaria en Querétaro. “Son 70 personas que lamentablemente fallecieron”, declaró, en un eufemismo que convierte la tragedia en un dato administrativo, mientras otras 72 permanecen en el limbo de la no-localización, un estatus tan moderno como desesperanzador.

Desde su Palacio Nacional, la mandataria destacó, con el optimismo forzado de quien anuncia una mejora en los indicadores, que varias de las almas extraviadas han sido debidamente re-localizadas en el gran sistema. Sin embargo, en un grotesco baile de cifras, por cada persona que abandona la categoría de “no encontrada”, otra ingresa a ella, manteniendo un perfecto y aterrador equilibrio estadístico.

Mientras tanto, la Comisión Nacional de Búsqueda, ese noble órgano de la Secretaría de Gobernación, se dedica a la loable tarea de apoyar a las familias en su peregrinaje kafkiano, buscando respuestas en un laberinto de papeles y protocolos, donde la angustia humana debe ser traducida a formatos oficiales para ser considerada válida. Un espectáculo donde la naturaleza muestra su furia primitiva y el Estado responde con la fría eficiencia de una máquina.

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