La CATEM convierte denuncias de extorsión en comedia política partidista

El Gobernador y el Leviatán Sindical

En un alarde de ingeniosa reinterpretación de la realidad, el ilustre representante de la CATEM, don Pedro Haces, ha descubierto que las acusaciones de extorsión no son más que un fenómeno natural que brota exclusivamente en territorios gobernados por su oposición política. ¡Vaya hallazgo sociológico!

Mientras los agobiados empresarios de La Laguna de Durango narran sus pesadillas de cobro de cuotas y control de mercancías, el sesudo dirigente nacional ha respondido con la contundencia dialéctica propia de un estadista: “Es que crecemos mucho donde gobierna el PRI”. Brillante. Así, con esa lógica impecable, podríamos explicar también la peste bubónica o la llegada del hombre a la luna.

El gobernador Jiménez, por su parte, ha tenido la osadía de pedir sensatez en medio de este sainete institucional. ¡Imagine usted! Pedir que antes de hablar se conozcan los hechos, que se escuche a las víctimas, que no se convierta la seguridad ciudadana en moneda de cambio político. Qué ideas tan radicales en estos tiempos de realismo mágico sindical.

Lo más hilarante de este esperpento burocrático es la revelación de que la CATEM opera de manera diferente según el código postal. En Coahuila, aparentemente, son unos angelicales defensores de los trabajadores, mientras que en Durango se transforman en una versión lampiña de la mafia siciliana controlando pollinaza, ganado y módulos de riego. ¡Vaya flexibilidad operativa!

Queda claro que estamos ante una nueva teoría de la relatividad moral: lo que en un estado es extorsión punible, en otro es crecimiento sindical legítimo. Todo depende del color del gobierno en turno, como si la ética tuviera tonalidades partidistas.

Mientras tanto, los verdaderos actores de esta farsa -los empresarios extorsionados- esperan que alguien, en algún nivel de gobierno, recuerde que su función es proteger a los ciudadanos, no elaborar complicadas teorías políticas para justificar lo injustificable.

En este gran teatro del mundo mexicano, hoy la CATEM representa una comedia bufa que, como bien señala el gobernador, es una irresponsabilidad monumental. Pero en este país de realismo mágico, a veces cuesta distinguir entre el humor involuntario y la tragedia anunciada.