La CNTE mantiene su protesta por la derogación de la Ley del ISSSTE

CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Qué pasaría si las protestas docentes no fueran un obstáculo, sino el termómetro de un sistema educativo en crisis estructural? La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) desafía nuevamente al establishment con una exigencia radical: la abolición de la Ley del ISSSTE de 2007, un marco legal que consideran obsoleto y lesivo para sus derechos laborales.

En un escenario que mezcla la resistencia callejera con la negociación institucional, Pedro Hernández de la Sección 9 lanza un ultimátum disruptivo: “No negociamos migajas, exigimos transformaciones de fondo”. Mientras tanto, las consignas frente a Segob revelan la desilusión con las promesas de cambio: “¡Reforma educativa o teatro político?” gritan los manifestantes, cuestionando el discurso oficial.

Este movimiento, que combina paro laboral desde el 15 de mayo con ocupación estratégica del Zócalo capitalino, plantea una pregunta incómoda: ¿Estamos ante el último estertor de un modelo sindical tradicional o la semilla de una revolución pedagógica? Las protestas en Reforma e Interior no son solo bloqueos, son símbolos de un sistema que colapsa por sus propias contradicciones.

Las negociaciones, estancadas tras cuatro rondas infructuosas, podrían ser el preludio de algo mayor. Como ocurrió con las revoluciones educativas en Finlandia o Portugal, tal vez la disrupción sea el único camino hacia un pacto social renovado. La pregunta que queda flotando: ¿Aprovechará México esta crisis para reinventar su educación, o repetirá los errores del pasado?