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La coreografía del absurdo en la guerra contra el narco

La absurda coreografía del crimen y el Estado en un país donde la noticia es que no hubo muertos.

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La coreografía del absurdo en la guerra contra el narco

Una representación más del ballet nacional, donde todos disparan pero nadie cae.

En un despliegue de teatralidad criminal que ya debería ser considerada patrimonio de la absurdidad nacional, un elenco de personajes fuertemente armados, pertenecientes a la franquicia del Cártel Jalisco Nueva Generación, decidió montar una función de tarde en el pintoresco municipio de Huaniqueo, Michoacán. El guión, ya cansadamente familiar para el público, incluía una emboscada a las fuerzas del Estado.

Los primeros actos de esta farsa bufa indican que el comando, en un arrebato de espontaneidad artística, descargó su artillería contra los siempre puntuales empleados estatales de la Guardia Civil y del Ejército Mexicano. Estos, siguiendo el protocolo de la tragicomedia nacional, respondieron con entusiasmo a la ofensiva delictiva, desatando así un intercambio de fuego que, por milagroso designio, no dañó a ninguno de los actores principales.

Tras varios minutos de esta coreografía balística, las autoridades, en un giro argumental predecible, lograron detener a siete estrellas secundarias del hampa. Como trofeos de esta justicia espectral, se incautaron un número idéntico de armas largas y una cantidad equivalente de armas cortas, porque en este país hasta la maldad sigue reglas de simetría.

El botín de esta épica batalla de juguete incluyó además dos vehículos con el distinguido reporte de robo, en los que nuestros antagonistas se paseaban con una insolencia que raya en el mal gusto.

Los reportes preliminares, esa narrativa oficial que siempre nos consuela, no refieren por el momento oficiales o personas lesionadas o fallecidas. Porque en esta gran obra de teatro nacional, las balas son de mentira, los muertos son extras que se levantan y aplauden al final, y la única víctima real es la credibilidad de un país que se ha acostumbrado a vivir entre la parodia y el horror.

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