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La cumbre del G7 donde todos sonríen pero nadie se cree nada

Dos encuentros diplomáticos revelan la danza geopolítica entre sonrisas protocolarias y agendas ocultas.

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CIUDAD DE MÉXICO (o más bien, en algún lugar frío y remoto de Alberta donde los líderes mundiales fingen importarles el cambio climático mientras viajan en jets privados). El Primer Ministro canadiense, Mark Carney, recibió con una sonrisa tan pulida como su discurso vacío a la Presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, en lo que los medios llamarán “un histórico encuentro” y los cínicos, “otra foto para el álbum de la irrelevancia geopolítica”.

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“Gracias al primer ministro de Canadá, @MarkJCarney, por la invitación a la Cumbre del G7”, tuiteó Sheinbaum, omitiendo mencionar que el verdadero logro fue conseguir wifi en medio de la tundra canadiense. Mientras tanto, en el backstage de la cumbre, los asesores se preguntaban si alguien recordaría este encuentro en dos semanas.

Pero el verdadero espectáculo fue el duelo de sonrisas diplomáticas entre Sheinbaum y el Primer Ministro indio Narendra Modi, una reunión tan llena de “lazos históricos” como de frases prefabricadas. Ambos juraron cooperar en comercio, tecnología y salud, aunque lo único tangible fue el intercambio de tarjetas de visita y la promesa de otra reunión futura que nunca ocurrirá.

Modi, experto en vender ilusiones, agradeció el “respaldo” mexicano contra el terrorismo (léase: un tweet de condolencias tras algún atentado) y habló de nearshoring como si México no supiera que India solo quiere su mercado, no su amistad. Sheinbaum, por su parte, mencionó la inteligencia artificial con la misma soltura con que un niño de primaria habla de física cuántica.

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El colmo fue la invitación oficial a Sheinbaum para visitar India, un clásico de las cumbres que equivale a decir “nos vemos nunca”. Eso sí, ambos coincidieron en lo esencial: culpar al “Sur Global” de todo mientras sus países siguen comprando armas y contaminando como si el planeta tuviera repuesto.

En resumen: otra cumbre donde los líderes fingieron que sus discursos importan, los fotógrafos hicieron su trabajo y el mundo siguió girando, indiferente a tanto protocolo inútil.

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