La incertidumbre se convierte en la prueba más compleja para los familiares de las víctimas. “Lo más desafiante es esta espera interminable, mantener la calma y no caer en la desesperación. Nuestra única opción es aguardar a que su estado se estabilice para después planificar los siguientes pasos”, comparte Argelia, cuya familiar sufre quemaduras de segundo grado en el 70% de su cuerpo.
Una marea de voluntarios llega a los centros hospitalarios para brindar consuelo y recursos a los afectados.
Frente a los nosocomios, emerge un ecosistema de apoyo colectivo espontáneo. Grupos familiares completos se acercan para identificar a los allegados de los heridos y ofrecer consuelo, alimentos, hidratación, vestimenta y, de manera discreta, apoyo económico para los gastos inmediatos. “Nos ha impactado profundamente cómo personas que no conocemos se acercan a auxiliarnos con lo que tienen. Realmente no pedimos nada, solo que nuestros seres queridos se recuperen”, expresa Matías, durante su turno de vigilia.
La solidaridad se organiza a través de canales digitales y presenciales. Repartidores de aplicaciones utilizan sus periodos de descanso para ofrecer transporte gratuito a las familias, facilitando la logística entre diferentes hospitales y ubicaciones. “Nos solicitan entregas de documentos, recados o traslados urgentes. Es nuestra forma de contribuir en esta crisis”, señala Raúl, quien desde el viernes por la noche se ha mantenido en el lugar prestando asistencia.
Los familiares mantienen un monitoreo constante del estado clínico de los pacientes, recibiendo actualizaciones cada dos horas. Destacan la presencia de diversas instituciones gubernamentales brindando apoyo, pero subrayan una ausencia crítica: la empresa responsable del incidente aún no se ha presentado a asumir su compromiso.
