La guerra interna del cártel de Sinaloa deja más de 1,500 muertos en 10 meses

En mis años cubriendo el crimen organizado, pocos conflictos han mostrado la ferocidad de esta pugna por el control territorial. Lo que comenzó como una disputa entre facciones del Cártel de Sinaloa -“Los Mayitos” liderados por Ismael Zambada Sicairos y “Los Chapitos” herederos de Joaquín Guzmán- ha escalado a una carnicería con 1,552 ejecuciones en solo diez meses. Para ponerlo en perspectiva: entre 2013 y 2024, antes de este estallido, se registraron 407 homicidios vinculados al narco.

Recuerdo cuando los laboratorios de metanfetaminas operaban con relativa discreción. Hoy, la incorporación de Fausto Isidro Meza (“El Chapo Isidro“) como aliado de Zambada ha transformado el modus operandi. En dos meses, sus comandos han desafiado el dominio tradicional de los Guzmán en Culiacán, incluso incursionando en Jesús María, el feudo personal de Ovidio Guzmán. Las tácticas ahora incluyen secuestros exprés y exhibiciones macabras -como los cuerpos colgados reportados esta semana-, una estrategia psicológica que recuerda los peores años de Los Zetas.

Las comunicaciones intervenidas por el Ejército revelan un detalle crucial: los narcolaboratorios siguen siendo el botín principal. Tras décadas observando estos conflictos, aprendí que cuando la violencia se dispara sin afectar la producción, es señal de que el negocio continúa… solo con nuevos dueños.