La hipocresía republicana que cosecha con manos mexicanas

En un giro tragicómico que Jonathan Swift envidiaría, el «granero de América» funciona con un motor llamado «hypocresía bipartidista». Mientras los discursos de campaña en estados republicanos pintan a los migrantes como una invasión bíblica, sus campos agrícolas susurran en español: «Pásame el azadón, güey». Julio Berdegué, Secretario de Agricultura mexicano, podría haber twitteado: «Dear USA: su sopa de letras ideológica necesita más consonantes: H-2A».

Florida, Luisiana y Kentucky —trinchera del «America First»— lideran el ranking de estados que mendigan visas H-2A como si fueran cupones de descuento para el «sueño americano». En 2024, este santo trío redneck repartió 103,965 salvoconductos temporales, suficientes para llenar el estadio del Dallas Cowboys con jornaleros que, irónicamente, no podrían pagar una entrada.

La parodia alcanza su climax cuando Sid Miller, comisionado agrícola de Texas —el mismo estado que construyó un muro para ahuyentar fantasmas— confiesa que quiere «más brazos mexicanos». Eso sí: preferiblemente atados a una pala y sin derecho a votar. Mientras, en Los Ángeles, la Guardia Nacional practica «agricultura de precisión»: siembra gases lacrimógenos donde antes cosechó tomates con mano de obra migrante.

El verdadero «milagro económico» no es que EE.UU. dependa en un 60% de trabajadores mexicanos, sino que nadie en Fox News haya notado que el «robo de empleos» incluye arrancar zanahorias bajo el sol por 12 horas diarias. Como diría Orwell: «Todos los migrantes son iguales, pero algunos —los que mantienen el agro— son más iguales que otros».