La legumbre mesiánica o cómo salvar a México con una bolsa de lentejas

En un acto de sublime ingeniería social que sin duda será recordado en los anales de la gastropolítica, el alto mando del Bienestar Supremo ha develado su arma más poderosa contra la incertidumbre: la Lenteja Redentora. No es un simple alimento, es un símbolo, un proyecto de nación empaquetado al vacío.

La Gran Administradora de las Esperanzas Comestibles, María Luisa Albores González, proclamó desde el sagrado recinto de Palacio Nacional el milagroso hallazgo. Resulta que en los vastos dominios de Michoacán, yacían, ocultas a la vista del ciudadano común, montañas de lentejas en peligro de extinción comercial. ¿La solución heroica? Un acopio urgente de 30 toneladas para rescatarlas del olvido y del inventario ocioso, en una operación logística que haría palidecer a los estrategas militares más brillantes.

El Plan Michoacán o la alquimia de convertir excedentes en relato

“Por instrucción de nuestra Presidenta”, explicó la hierofante alimenticia, se activó el protocolo de salvamento leguminoso. El Plan Michoacán, ese arcano documento que probablemente contiene los secretos del universo, había identificado su primer gran triunfo: evitar la trágica soledad de unas lentejas sin dueño en un almacén. La compasión gubernamental no conoce límites.

El proceso es tan sofisticado como inescrutable. Primero, se recolecta la legumbre cruda, en un acto de pura caridad hacia los “pequeños y pequeños productores” (una redundancia burocrática que garantiza el doble de inclusión). Luego, iniciará su viaje místico hacia el “embobinado“, un término técnico de alto calibre que designa el sagrado momento en que el producto se envuelve en el plástico beatífico de la marca “Bienestar“. Solo entonces, transfigurada, estará lista para iluminar las Tiendas Bienestar, esos santuarios laicos donde el pueblo acude a comulgar con la providencia estatal.

La gran misión: la conquista digestiva de la patria

La visión es grandiosa, colosal. “Buscamos que la lenteja michoacana, lenteja mexicana, pueda llegar a las diferentes Tiendas Bienestar de Michoacán, para las diferentes partes de México”, profetizó la directora. Un plan de distribución tan circular y autorreferencial que solo puede compararse con la filosofía de los presocráticos: la lenteja michoacana viajará desde Michoacán hasta las tiendas de Michoacán para, desde allí, irradiarse a México. Es la autarquía llevada a su máxima expresión culinaria.

Así, mientras los grandes problemas de la nación aguardan su turno, nosotros podemos dormir tranquilos. El aparato burocrático ha encontrado su propósito existencial: asegurar que ninguna lenteja se sienta inútil, y que ningún ciudadano se quede sin su ración de simbolismo embolsado. El futuro, al fin, tiene sabor a potaje. Y es un futuro que, prometen, estará en los estantes para finales de enero. Siempre que el embobinado lo permita.

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