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La luz se apaga en el último alto horno de México y con ella la industria

La falta de energía eléctrica paraliza la única acería que mantiene en pie la producción nacional de hierro.

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La luz se apaga en el último alto horno de México y con ella la industria

En un acto de poetico simbolismo, el destino quiso que el último alto horno del país —ese titán de acero que escupe arrabio como si fuera el sudor de la patria— se apagara no por falta de hierro, ni de mano de obra, ni siquiera por la incompetencia gubernamental (que sería lo esperado), sino por ese recurso que cualquier ciudadano con dos neuronas funcionales da por sentado: la electricidad.

Así lo anunció Cairo, algún ejecutivo con corbata más ajustada que el presupuesto nacional, en una misiva que rezumaba la misma urgencia con la que un adolescente explica por qué llegó a las 3 AM: “Nos vemos obligados a detener producción, suministros, distribución y actividades logísticas inherentes”. Traducción: el país se quedó sin metalurgia porque nadie pagó el recibo de la CFE.

Para los no iniciados en el glorioso argot siderúrgico, “embancar un alto horno” suena a lo que haría un narco con su cuenta en Suiza. En realidad, es el eufemismo industrial para “parar la máquina que mantiene viva la ilusión de que México es una nación manufacturera”. El proceso —que puede ser temporal (como un gobierno en funciones) o permanente (como las promesas de campaña)— implica enfriar este coloso a base de soplar como si fuera una taza de café arruinado por la inflación.

Lo absurdo no es que tres turbinas hayan decidido jubilarse anticipadamente. Lo verdaderamente hilarante es que, en el país donde los políticos viven de fotografiarse junto a obras faraónicas, nadie haya previsto que mantener encendido un horno de 1,500°C requiere algo más que discursos sobre la “soberanía energética”. Mientras tanto, Monclova —la otrora capital del acero— hojea su álbum de recortes de prensa de los años 80, cuando México aún creía en el progreso.

Y así, entre apagones y metáforas fallidas, la única pregunta que arde más que un alto horno es: ¿Cuántas turbinas hacen falta para refrigerar el cinismo de una clase dirigente que confunde desarrollo con posts en Twitter?

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