La pedagogía del acarreo en el reino garciasta

El Sublime Método Didáctico de la Lealtad Obligatoria

En un alarde de innovación pedagógica que dejaría en mantillas a los más excelsos teóricos de la educación, el gobierno de Samuel García ha implementado un novedoso programa de inmersión partidista para el magisterio. No se contentan con enseñar matemáticas o literatura; la nueva asignatura troncal es la afiliación compulsiva a Movimiento Ciudadano, so pena de exilio laboral.

El Subsistema de Telebachillerato Comunitario, otrora dedicado a llevar conocimiento a las comunidades, se ha reconvertido en la primera línea de reclutamiento forzoso. Al menos veinte herejes, que osaron privilegiar la ética sobre el clientelismo, han sido sacrificialmente ofrendados en el altar de la unanimidad política.

La Subsecretaria María del Rosario Nolasco, junto a sus acólitos Edith Alemán y Edelmiro Cavazos, emerge como la gran sacerdotisa de esta nueva inquisición laboral. Su misión: purgar de impuros el sistema educativo, sustituyendo el mérito por el carnet de militante.

Como en los mejores relatos orwellianos, Carlos de la Fuente del PAN describe un panorama donde el Gran Hermano naranja observa desde su pantalla, exigiendo pleitesía absoluta. No basta con trabajar; hay que amar al Partido, y si es bajo coacción, mucho mejor.

Mientras, el Senador Waldo Fernández de Morena clama al cielo –o a la Fiscalía Electoral– pidiendo que se investigue lo que todo el mundo ve pero nadie remedía: la conversión de las nóminas públicas en listas de afiliados, un milagro laico que desafía toda lógica democrática.

La diputada priista Armida Serrato, en un arrebato de nostalgia por los viejos tiempos cuando su partido escribía los manuales de estas prácticas, exige investigar y sancionar, como si al descubrir el agua tibia. La ironía satura el ambiente: los discípulos superan al maestro en el arte del acarreo ilustrado.

En este grotesco carnaval, la educación ya no forma ciudadanos críticos, sino militantes obedientes. El futuro de Nuevo León se escribe entre despidos y consignas, donde el único plan de estudios es la supervivencia política del régimen.