López Beltrán reclama su nombre y culpa a la prensa por derrotas

En un giro tragicómico digno de la telenovela política que vive México, el heredero no electo del trono morenista, Andrés Manuel López Beltrán (o “Andy” para sus detractores), ha descubierto que ser el hijo predilecto del Mesías de la Mañanera tiene sus inconvenientes. Resulta que ahora los medios de comunicación, esos villanos de cartón que solían atacar a su progenitor, han tenido la osadía de señalar que quizás, solo quizás, el retroceso electoral en Durango y Veracruz no se debió a una conspiración internacional, sino a su incuestionable talento político.

“¡Es que me confunden con mi papá!”, gritó al aire el secretario de Organización desde su pódcast patrocinado, donde -irónicamente- se quejó de aparecer en demasiados titulares, columnas y portadas. “Antes le tiraban a él, ahora me toca a mí. ¡Injusticia!”, clamó, como si dirigir un partido político fuera un reality show donde los jueces son malvados por no aplaudir su desempeño. Su analogía favorita: compararse con un gladiador luchando contra tigres, aunque olvidó mencionar que el circo lo heredó con asiento VIP incluido.

Pero lo más conmovedor fue su crisis identitaria: “¡Llámeme por mi nombre completo! ¡No soy Andy, soy Andrés Manuel López Beltrán!”. Una noble petición, si no fuera porque en México los apodos son un rito de iniciación política. ¿O acaso “Peje” le suena a título doctoral? Eso sí, nadie discute que carga con el peso de un apellido que, según él, vale más que los resultados electorales. Al final, la lección es clara: en la dinastía lopezobradorista, las derrotas siempre son culpa de los medios… y las victorias, claro, son obra del legado inmaculado.