La Gran Retirada Estratégica: O cómo aprendimos a amar el decreto
En un giro que ha dejado perplejos a los analistas de la épica gremial, los paladines del agro, tras una jornada histórica de heroicos bloqueos y manifestaciones que paralizaron el reino, han anunciado un magnánimo “receso estratégico”. La causa de tan súbito reposo del guerrero no es otra que la aprobación de la nueva Ley General de Aguas, un documento tan perfecto y consensuado que, según fuentes, fue redactado por arcángeles bajo la luz de la luna llena.
“Hemos sido escuchados”, proclamaron los caudillos del Movimiento Agrícola Campesino, mientras doblaban sus pancartas y desinflaban los neumáticos de sus tractores. “Regresamos a nuestras raíces a recargar las pilas de la indignación, que se gastan con el uso.” Acto seguido, aclararon, con la solemnidad de un general que anuncia una derrota táctica para ganar la guerra: “Volveremos. Y será con más fuerza y mejor organización, justo en el momento en que nadie nos espere y el gobierno se distraiga con otra cosa”.
El ilustre productor René Almeida, en un ejercicio de realismo mágico burocrático, esclareció la postura: “Aunque la ley nos parece un engendro jurídico, hemos decidido colaborar con ella. Es la nueva dialéctica: primero la bloqueas, luego la abrazas. Ahora nos toca el sublime trabajo de aportar para el reglamento, donde podremos sugerir que el agua, en esencia, debería ser húmeda”.
El Sublime Encuentro Nocturno en la Fortaleza de Gobernación
En una reunión secreta celebrada al abrigo de la madrugada –horario predilecto para los pactos que no deben ver la luz del día–, los prohombres del campo se sentaron con los sumos sacerdotes de la Comisión Nacional del Agua. Allí, entre cafés amargos y sonrisas tensas, se selló la paz. Las autoridades, en un acto de conmovedora generosidad, “nos dieron la oportunidad de aportar”. Es decir, concedieron el inaudito privilegio de que los afectados opinen sobre cómo se les afectará.
El colofón de este sainete legislativo fue un llamado de profunda carga filosófica: exhortaron a los productores a “asumir su responsabilidad” (que, se sobreentiende, es distinta a la responsabilidad de quienes redactaron la ley) y al gobierno a que “corte el cordón umbilical”. Una metáfora obstétrica deslumbrante que sugiere que el campo, como un niño gigante, debe dejar de mamar del erario para, acto seguido, recibir un “mejor apoyo”. La coherencia, como el agua en tiempos de sequía, escasea.
El Reconocimiento a los Héroes Anónimos del Asfalto
No podía faltar el panegírico. Los líderes agradecieron el temple y “el inmenso valor” de cada agricultor y transportista que, abandonando sus siembras y camiones, defendió el legado patrio obstruyendo una carretera. “Hemos demostrado que, al defender nuestro legado, defendemos la soberanía alimentaria“, declararon, omitiendo que la soberanía alimentaria suele construirse sembrando, no bloqueando.
Y así concluye esta gesta. La capacidad de organización y la información veraz –esa que circula por grupos de WhatsApp– se alzan como la “mayor victoria”. Una victoria tan rotunda que el único cambio tangible es que la ley que se protestaba ahora es ley, y sus artífices se retiran a cuarteles de invierno, a la espera del próximo decreto que los convoque, nuevamente, a la gloriosa retirada estratégica.
















