México fabrica autopartes con el freno de mano puesto por los aranceles de EU

En un giro irónico digno de Los viajes de Gulliver, la industria mexicana de autopartes se ha convertido en un titán encadenado por los hilos dorados de su vecino del norte. Las cifras oficiales revelan que, de enero a mayo, la producción valió 48,445 millones de dólares, un 8.6% menos que el año anterior. ¿La causa? Un cóctel tóxico de aranceles estadounidenses y la volátil demanda de vehículos al otro lado del Río Bravo.

Gabriel Padilla, director de la INA, explicó con la solemnidad de un augur romano: La producción de autopartes baila al son que le tocan los consumidores estadounidenses. Y vaya coreografía: mientras en mayo las ventas subieron levemente, junio trajo una caída del 14%. Las fábricas mexicanas, como marionetas ebrias, intentan seguir el ritmo.

Los aranceles —ese invento moderno para disfrazar proteccionismo— han convertido el comercio binacional en un laberinto kafkiano. Partes con acero, aluminio o cobre (este último gravado con un escandaloso 50%) son las más afectadas. Es como si nos cobraran por respirar el aire que exportamos, podría decir cualquier ejecutivo bajo condición de anonimato.

Mientras tanto, la producción automotriz mexicana ofrece su propia tragicomedia: un risible crecimiento del 0.7% acumulado en siete meses. Las armadoras celebran aumentos del 42% (Stellantis) o 30% (JAC) como si fueran medallas olímpicas, omitiendo que parten de bases ridículamente bajas. Las exportaciones, ese sagrado mandamiento neoliberal, caen un 1.3% interanual.

En este circo globalizado, México juega el papel del equilibrista que cruza el Niágara sobre una cuerda floja… con los zapatos untados de grasa y un elefante político sobre los hombros. El futuro, según los augures de la INA, promete una caída anual del 9%. ¿Alguien tiene un airbag para amortiguar el golpe?