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México lidera el ranking mundial de explotación laboral en la industria automotriz

México destaca como paraíso de mano de obra barata en la fabricación de autos, pero ¿a qué precio?

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En un giro irónico que haría sonrojar a Charles Dickens, México se corona como el tercer paraíso mundial de la explotación laboral automotriz, con un salario promedio de 305 dólares por vehículo, según el último informe de Oliver Wyman. Solo nos superan Marruecos (106 dólares) y Rumania (273), países donde, al parecer, los trabajadores fabrican coches a cambio de migajas y bendiciones.

La consultora neoyorquina, especialista en medir cuán barato puede sudar un obrero, revela con orgullo corporativo cómo México lleva cuatro décadas siendo el patio trasero de las “Tres Grandes” de Detroit. Nuestro país no solo exporta autos, sino también dignidad a precio de outlet, convirtiéndose en el taller clandestino preferido de alemanes, japoneses y surcoreanos.

Mientras en Alemania un obrero cobra 3,307 dólares por ensamblar un BMW (probablemente mientras toma café orgánico y discute filosofía), en México celebramos que nuestros costos sean tan bajos que ni siquiera alcanzan para comprar las llantas del coche que fabricamos. ¡Todo un logro de la “competitividad”!

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El informe, que analizó 250 plantas automotrices con la meticulosidad de un contable sin alma, concluye que la mano de obra representa el 70% del costo de producción. Traducción: mientras más miserable el salario, más felices los accionistas. Y en este macabro concurso, China (597 dólares) ya nos quedó grande, demostrando que hasta en la explotación hay inflación.

Trump, en un acto de “generosidad” digno de un villano de telenovela, concedió un “respiro” al sector. Claro, porque nada estimula más la economía que permitir que las automotrices sigan pagando salarios de hambre mientras esquivan aranceles. El sueño americano, versión maquiladora.

Así, entre aranceles y electric cars que nadie compra, la industria global sigue su marcha… sobre las espaldas de quienes ganan en un año lo que un CEO gasta en una cena. ¿El verdadero “motor” del sector? La perpetuación de un sistema donde la pobreza es el mejor combustible.

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