México observa desde la ventanilla mientras los BRICS reparten el pastel global

En un acto de fe diplomática que rivaliza con la multiplicación de los panes, el canciller Juan Ramón de la Fuente aterrizó en Río de Janeiro para asistir como observador privilegiado a la cumbre de los BRICS, ese exclusivo club donde los países emergentes juegan a ser potencias mientras México pide permiso para entrar al salón.

Recibido con la solemnidad que merece quien llega con el chequera en la mano pero sin invitación formal, el funcionario fue saludado por la embajadora Marcia Maro, cuya sonrisa diplomática escondía la pregunta del millón: “¿Y usted qué hace aquí?”.

Según el comunicado oficial —ese género literario donde la realidad se maquilla con verbos en futuro—, el canciller sostendrá reuniones bilaterales con delegaciones que, irónicamente, ya mantienen relaciones multilaterales entre sí. La SRE lo llama “diplomacia de proximidad”, aunque en la práctica se parece más a un estudiante de intercambio pidiendo apuntes prestados.

La delegación mexicana, compuesta por suficientes funcionarios como para llenar un minibús pero no tantos como para causar molestia, incluye a la subsecretaria Mercado Pérez (cuyo apellido parece una metáfora no intencionada) y otros cargos cuyos títulos son más largos que sus atribuciones reales.

El interés de México, según la narrativa gubernamental, es “explorar oportunidades” con Brasil e India, lo que en cristiano significa: “Ojalá nos regalen algo de su crecimiento económico mientras nosotros seguimos exportando aguacates y frases bonitas”. Mientras los BRICS discuten cómo reescribir las reglas del juego global, México toma notas al margen con la esperanza de que alguien le preste el borrador.

La cumbre, ese festival de buenas intenciones donde cada país lleva su propia calculadora política, promete “reforzar la gobernanza global”. Traducción: decidir quién se sienta en la mesa de los adultos mientras el resto come en la cocina. Y México, fiel a su tradición, llega puntual… pero con el rol de quien reparte los volantes fuera del evento principal.