Morena corona a la heredera política en un municipio bañado en sangre

En un giro que nadie vio venir (o sí, pero fingimos sorpresa), el partido Morena ha demostrado que la meritocracia es tan real como los unicornios. Tras el asesinato de Yesenia Lara, candidata a la alcaldía de Texistepec, Veracruz, la solución fue tan original como predecible: nombrar a Gladiola Ambrosio Gabriel, hija del exalcalde Agapito Ambrosio Flores, cuyo legado fue tan brillante que los vecinos lo desfilaron en ropa interior por las calles. ¡Qué mejor currículum para gobernar!

La presentación, digna de un reality show, se realizó en la casa de la difunta candidata, porque nada dice “renovación política” como aprovechar el escenario de un crimen para fotos de campaña. Ambrosio Gabriel, abogada de profesión y nepotista de vocación, juró continuar el proyecto de su predecesora en seguridad, agua y caminos. Claro, porque en Texistepec lo que sobra son carreteras pavimentadas y ausencia de balaceras.

La nueva abanderada, experta en sobrevivir a juzgados y DIF municipales, prometió “mejorar el municipio” mientras el OPLE (ese organismo que todos respetamos profundamente) recibía su súplica de seguridad electoral. Por suerte, en México las balas son tan democráticas que no discriminan entre votantes y candidatos.

Las críticas no se hicieron esperar: Ana López, militante desencantada, recordó que la dinastía Ambrosio ya había dado suficiente espectáculo. “La sacamos descalza y ahora nos la imponen”, clamó, en un país donde la memoria política dura menos que un tuit viral.

Mientras, el fantasma de Yesenia Lara sigue paseándose por Texistepec, donde la democracia huele a pólvora y los proyectos se heredan como haciendas del siglo XIX. ¿El mensaje? En la política mexicana, hasta la muerte es un escalón para los vivos… o para sus apellidos.