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Puerto las Ollas, el pueblo donde el gobierno juega al escondite con el crimen

Una comunidad en Guerrero vive entre el abandono estatal y la sombra de grupos armados, mientras las promesas de protección se esfuman.

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En el idílico rincón de Puerto las Ollas, municipio de Coyuca de Catalán, los habitantes disfrutan de un exclusivo programa de “turismo extremo”: sobrevivir a balazos mientras el Gobierno les regala la emocionante experiencia de sentirse abandonados. Los vecinos, expertos en resiliencia desde 2012, ahora enfrentan una edición limitada de “¿Quién quiere ser desalojado?”, patrocinada por el crimen organizado y avalada por la ausencia estatal.

“Nos mandaron dos patrullas del Ejército y dos de la Guardia Nacional, como quien tira migajas a los pichones”, relató una residente, mientras grababa el reality show Guerrero: Temporada de Incendios. “Los uniformados vinieron, dieron una vuelta como si estuvieran en un safari fotográfico, y ahora se van. Los delincuentes, en cambio, sí cumplen: ya quemaron casas y hasta nos robaron las cuatrimotos. ¡Eso es compromiso con la comunidad!”, ironizó.

El pasado 8 de junio, los pobladores recibieron un “espectáculo pirotécnico” gratuito: hombres armados disparando al aire y decorando el paisaje con viviendas en llamas. “Es como un festival cultural, pero sin folclor y con más terror”, comentó otro habitante, refugiado desde que los grupos criminales convirtieron su antiguo hogar en un set de Narcos: La Laguna.

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La joya de la corona es la Comisión Estatal de Derechos Humanos, liderada por Cecilia Narciso Gaytán, quien —en un giro tragicómico— busca reelegirse mientras los derechos humanos en Puerto las Ollas se evaporan más rápido que el agua en temporada de sequía. “Que venga a tomarse un selfie con nosotros, entre llamas y balas”, sugirió una mujer, herida y sin víveres, en lo que podría ser el próximo viral de TikTok.

Mientras tanto, el Gobierno estatal anuncia “despliegues estratégicos” que duran menos que un meme. “Es como si contrataran guardaespaldas que se escapan por la ventana cuando llega el peligro”, resumió un niño, ya experto en geopolítica local a sus 10 años. Los tres accesos al pueblo son ahora puertas giratorias para la delincuencia, mientras las fuerzas federales practican el arte del ghosting institucional.

En este paraíso tropical donde el Estado es una entelequia, los residentes solo piden una cosa: “Que nos saquen de aquí… o al menos que nos devuelvan las cuatrimotos”. Porque en México, la verdadera utopía no es la seguridad, sino encontrar un funcionario que cumpla su palabra más allá de un ciclo noticioso.

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