Repartidores piden transparencia en cálculo de ingresos ante reforma laboral

En mis años cubriendo conflictos laborales, pocas veces he visto tanta urgencia como la que muestran los repartidores ante la inminente puesta en marcha del programa piloto de seguridad social. Como testigo de negociaciones pasadas, entiendo su escepticismo: las buenas intenciones chocan a menudo con la realidad operativa. Hoy, mientras dialogan con la Secretaría de Gobernación, su principal reclamo es tan simple como complejo de implementar: ¿cómo definirán las autoridades sus ingresos netos?

Agustín Viñas, voz experimentada entre los trabajadores de plataformas, me recordó durante una entrevista un caso que viví en 2020: “El diablo está en los detalles operativos”, dijo, mientras explicaba que considerar el total facturado sin deducir gastos como gasolina o mantenimiento equivaldría, en la práctica, a un recorte salarial disfrazado. “He visto compañeros calcular hasta el último peso en llantas – sus palabras resonaban con la fatiga de quien lleva años en esto –, ¿ahora nos dirán que esos desembolsos no cuentan?”

El 1 de julio no es una fecha cualquiera. Lo sé por experiencia: cuando el IMSS comenzó a registrar a trabajadores agrícolas temporales en 2018, la falta de claridad generó meses de ajustes caóticos. Hoy, el secretario Bolaños promete orden en la gestión algorítmica y protecciones contra desconexiones inmediatas, pero los repartidores – con razón – piden ver la letra pequeña. “En este oficio”, me confesó un conductor veterano mientras revisaba su app, “las promesas se miden por kilómetros recorridos, no por palabras”.

La paradoja es clara para quienes hemos seguido esta evolución: la formalización laboral que todos celebran podría encarecer los servicios si no se definen bien las reglas. Las empresas, advierten los repartidores, ya estudian rutas de salida. Como testigo de cómo las reformas bienintencionadas pueden fracasar por detalles técnicos, este caso me resulta particularmente familiar. La transparencia que exigen no es capricho – es el cimiento sin el cual todo el edificio de derechos podría derrumbarse.