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El museo que resucita mariposas en el corazón de la Ciudad de México

Un santuario urbano revive la magia de las mariposas nocturnas, desafiando la extinción con ciencia y pasión.

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CIUDAD DE MÉXICO — Imagina un laboratorio donde la ciencia y la poesía se fusionan: dos mariposas Rothschildia Orizaba, criaturas aladas del tamaño de una palma, despliegan sus alas traslúcidas como vitrales biológicos. No es un milagro, sino el resultado de una rebelión silenciosa contra la extinción, liderada por una octogenaria con el espíritu de una exploradora.

María Eugenia Díaz Batres, la alquimista moderna de 80 años, ha convertido el Museo de Historia Natural en un epicentro de resistencia ecológica. Entre microscopios y capullos rescatados de terrenos baldíos, esta bióloga desafía el dogma urbano: “¿Por qué aceptar que lo concreto reemplace lo vivo?”. Su arma: 2,600 crisálidas salvadas, cada una una cápsula de tiempo genética.

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Este santuario no es un simple refugio, sino un experimento radical. Las mariposas, bautizadas como “cuatro espejos” por los aztecas, ahora danzan entre pirules y cables improvisados, reinventando su ciclo vital en pleno Bosque de Chapultepec. Díaz Batres sonríe al describir cómo estos insectos —antiguamente usados como adornos rituales— hoy revolotean sobre su computadora, ironizando sobre la coexistencia entre lo ancestral y lo digital.

El proyecto es una metáfora viva: mientras la ciudad expande su mancha urbana, el museo teje un archipiélago de biodiversidad. Las larvas mastican hojas bajo vigilancia científica, los capullos vacíos se convierten en relicarios de datos, y cada eclosión es un acto de insurgencia biológica. “No salvamos especies, reescribimos posibilidades”, afirma la investigadora, cuyo insectario alberga 50,000 ejemplares que son bibliotecas genéticas.

La verdadera innovación no está en la tecnología, sino en el enfoque: transformar un museo en un útero ecológico, donde visitantes pueden atestiguar el instante preciso en que una crisálida se convierte en vuelo. ¿Podría este modelo replicarse en otros espacios urbanos? Díaz Batres lo demuestra: cuando una mariposa recién nacida estira sus alas sobre su escritorio, el futuro de la conservación se redefine.

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El jueves, mientras una pareja de Rothschildia se apareaba durante 48 horas seguidas, el museo celebraba su mayor logro: no solo criar insectos, sino replantear nuestra relación con lo salvaje. Si la hembra deposita sus huevos en los árboles cercanos, será la prueba definitiva de que incluso en el asfalto, la naturaleza encuentra su camino.

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