La batalla de los apodos y el peso de un apellido en la política

En un episodio que confirma que la política nacional sigue siendo un reality show con presupuesto público, Andrés Manuel López Beltrán, el heredero no electo de un apellido que parece valer más que cualquier currículum, se indignó porque alguien osó llamarlo “Andy”. Sí, en medio de inflación, violencia y crisis migratoria, el debate urgente es si un diminutivo mancha el sagrado legado de una dinastía política. ¡Qué alivio saber que nuestros líderes tienen las prioridades claras!

Por su parte, Alejandro Moreno Cárdenas, el autoproclamado “defensor de la política seria”, aprovechó para lanzar dardos desde su cuenta de redes sociales (porque en el siglo XXI, los discursos épicos se hacen entre memes y likes). “Junior sin calle”, “cero a la izquierda”, “no das la cara”… Vaya repertorio de insultos que, irónicamente, podrían aplicarse a medio Congreso. ¿Acaso Moreno olvida que en este circo, todos son payasos de distintos colores partidistas?

Lo más deliciosamente absurdo fue el argumento de López Beltrán: en Durango no lo llaman por su nombre “por miedo”. ¡Imagínense! No es que la gente tenga problemas más urgentes que memorizar el nombre completo de un funcionario, sino que tiemblan ante las sílabas de “López Obrador”. Quizás deberíamos incluir en la Constitución un artículo que prohíba los apodos para políticos sensibles. Total, si ya tenemos fiscalías, ejércitos y programas sociales al servicio de egos personales, ¿por qué no añadir una ley de protección onomástica?

Mientras tanto, en el México real, ciudadanos escuchan este debate entre lágrimas y risas: lágrimas por el vacío de liderazgo, risas por la caricatura que se ha vuelto la clase política. ¿Moraleja? En este país, puedes ser un “cero a la izquierda”, pero si llevas el apellido correcto, tendrás micrófono y cargo. Eso sí, que no te llamen “Andy”… ¡el horror!