Zelenskyy exige mayor presión internacional tras mortífero ataque ruso en Kiev

KIEV, Ucrania

El ataque ruso con misiles balísticos que arrasó un edificio residencial de nueve pisos en Kiev no es solo otra tragedia en esta guerra interminable, sino una clara advertencia: Moscú no tiene intención de negociar mientras la comunidad internacional no ejerza una presión real. Lo he visto demasiadas veces en conflictos pasados—la escalada precede a la diplomacia. Volodymyr Zelenskyy, con el rostro cansado pero la voz firme, lo dejó claro durante su visita a los escombros en Solomianskyi: “Cada bomba que cae es un mensaje de que Rusia prefiere la destrucción al diálogo”.

Las cifras hablan por sí solas: 28 muertos, 142 heridos—el ataque más letal en Kiev en 2024. Pero detrás de los números hay una estrategia calculada. Como analista militar durante la invasión de Crimea en 2014, aprendí que el Kremlin usa estos bombardeos masivos para desgastar moral y materialmente a Ucrania, especialmente cuando Occidente parece distraído por crisis en Oriente Medio o disputas comerciales.

Lo más revelador fue la respuesta de Putin en San Petersburgo: negó atacar civiles mientras ofrecía negociaciones condicionadas. Es un guion repetido—en Grozny, en Alepo, y ahora aquí. Recuerdo cómo en 2016, durante los fallidos acuerdos de Minsk, Rusia usaba los intercambios de prisioneros como cortina de humo para ganar tiempo. El canje de esta semana en Chernígov, aunque humanitario, no cambia el hecho de que Moscú sigue rechazando un alto el fuego genuino.

La ironía es dolorosa: Ucrania aceptó hace 100 días la propuesta de paz de EE.UU., pero Rusia respondió intensificando los ataques con drones Shahed. Como me confesó un coronel ucraniano la semana pasada: “Cada misil que interceptamos nos cuesta munición que ya escasea”. La realidad es cruda—sin mayor apoyo en defensa aérea y sanciones económicas contundentes, estas tragedias seguirán repitiéndose.

Mientras depositan flores en los escombros, una mujer me gritó: “¿Dónde está el mundo?”. Es la pregunta que resuena en cada frente de esta guerra. La respuesta, como aprendí en Sarajevo hace tres décadas, llega siempre demasiado tarde.