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El funcionario ecológico que devoró su propia hipocresía con huevos de tortuga

Un funcionario ambiental saborea la contradicción entre su cargo y su plato, mientras el mezcal nubla más que su juicio.

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En un giro digno de Jonathan Swift, el director de Cambio Climático de la Semabieso, Agustín Elías Ramírez, demostró que la sostenibilidad es un platillo que se sirve mejor con un toque de extinción. Su banquete: trece huevos de tortuga marina (especie en peligro, por si alguien olvidó el menú) y una copa de mezcal, porque nada acompaña mejor la destrucción del planeta que un buen destilado artesanal.

Las redes sociales, ese tribunal de la moral donde todos juzgan y nadie se mira al espejo, ardieron en indignación selectiva. ¿El crimen? No ser lo suficientemente discreto al violar el código ético que él mismo debía custodiar. La Semabieso, en un acto de contrición burocrática, lo despidió con la velocidad de un tortuga huyendo… si no estuviera al borde de la desaparición.

El comunicado oficial rezaba: El funcionario ha sido separado de su cargo para esclarecer la denuncia pública. Traducción: Necesitamos que el escándalo se enfríe antes de reubicarlo en otra oficina con mejor aire acondicionado. Porque, seamos honestos, en el gran circo de la administración pública, los actos solo cambian de carpa.

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Mientras tanto, las tortugas marinas —esas ingenuas creyentes en la protección ambiental— aprendieron hoy una valiosa lección: sus huevos son más sabrosos cuando se sirven con una pizca de cinismo institucional.

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