Francia derrite sus escuelas y reactores en un verano de ciencia ficción

PARÍS, República Bananera Térmica — En un audaz experimento pedagógico, el Gobierno Galo ha decidido que 1,350 escuelas públicas funcionen mejor como saunas gratuitos, demostrando así su compromiso con la educación vaporizada. La medida coincide con el debut de Météo-France en el género distópico, bautizando su nuevo reality show: “¿Sobrevivirías a 41°C sin matar a tu jefe?”.

Las centrales nucleares, esas abuelitas termoeléctricas que Francia sigue mimando como reliquias familiares, han entrado en huelga climática. EDF, la empresa que convierte el agua en electricidad (y ocasionalmente en Chernobyl light), confiesa entre sudores que el río Garona podría hervir huevos. “Es solo un 0.3% menos de energía”, susurran mientras apagan reactores con la misma urgencia con que un estudiante cierra libros antes de vacaciones.

En el Consejo de Ministros, celebrado entre ventiladores de papel y abanicos de emergencia, la ministra Pannier-Runacher reveló el nuevo plan ecológico: “Morir hidratado es el nuevo morir con dignidad”. Mientras, el termómetro nacional bate récords con la precisión de un reloj suizo… si los suizos midieran el apocalipsis.

Los datos son elocuentes: 50 olas de calor desde 1947, 33 en lo que va de siglo. Los científicos lo llaman cambio climático. Los políticos, “un imprevisto veraniego”. Y los niños franceses, la excusa perfecta para no hacer deberes mientras el asfalto se derrite como queso raclette.

Lo único que no sobrecalienta es la ironía: en el país que exportó la liberté, ahora reparten alertas rojas como si fueran folletos de rebajas. Eso sí, con una cláusula nueva en el contrato social: “La fraternité no incluye compartir tu sombra”.