El circo de los millones bate se instala en Atlanta con el Home Run Derby

Atlanta, esa metrópoli sureña donde el aire huele a barbacoa y capitalismo deportivo, se viste de gala para albergar el Home Run Derby, ese ritual anual donde los atletas mejor pagados del planeta golpean una pelota con un palo mientras el público olvida brevemente que el mundo se desmorona.

El elenco de este circo moderno lo encabeza Cal Raleigh</strong, la nueva estrella de la Liga Americana, quien, ante la ausencia de Shohei Ohtani (probablemente ocupado salvando el béisbol japonés o curando el cáncer), asume el rol de favorito en este festival de testosterona y contratos multimillonarios. Junto a él, otros siete gladiadores del cuadrangular, como Matt Olson y Oneil Cruz, intentarán demostrar que su habilidad para conectar madera justifica sus salarios de astronauta.

La mecánica es simple: golpea, cobra, repite. Cada participante se embolsará 150 mil dólares solo por aparecer, porque en el béisbol moderno hasta el fracaso tiene prima de asistencia. El subcampeón recibirá medio millón, y el afortunado ganador, un millón de dólares, suficiente para comprar un apartamento en Miami o financiar la educación universitaria de 20 niños en cualquier país civilizado.