La lección de liderazgo que Manuel Lapuente nos dejó

El adiós a un estratega único

Esta mañana, la noticia del fallecimiento de Manuel Lapuente a los 81 años, confirmada por la Federación Mexicana de Fútbol, me hizo recordar instantáneamente la esencia de lo que significa ser un verdadero líder en el banquillo. No se va solo un técnico; se va un maestro de la psicología colectiva.

Más que tácticas: la forja del carácter

Dirigir a la Selección Mexicana en un Mundial como el de Francia 1998 y luego conquistar la Copa Confederaciones 1999 ante Brasil no fueron logros que surgieron solo de los diagramas tácticos. En mis años en este medio, he aprendido que los grandes resultados se construyen sobre la confianza, y “Manolo” era un arquitecto excepcional de esa cualidad intangible. Su legado no está en un sistema de juego, sino en esas anécdotas que revelan su genio para conectar con el alma del jugador.

Rocky vs. los gigantes de Bélgica

Recuerdo como si fuera ayer cuando me enteré de la historia que años después Fernando Schwartz relataría. Antes de enfrentar a una poderosa Bélgica, Lapuente no organizó una sesión de video para analizar jugadas. No. Su petición fue más profunda: necesitaba la película “Rocky IV”, donde el héroe subestimado se enfrenta al coloso ruso Iván Drago. “Quiero que vean que los altototes de Bélgica no nos van a intimidar”, fue su instrucción. Esa lección, conseguida a través de Blockbuster y enviada por satélite en plena madrugada, se proyectó en el club antes del partido en el Parc Lescure. Esa es la clase de conocimiento que no se encuentra en los manuales: entender que la batalla se gana primero en la mente.

La resiliencia como estrategia

Y funcionó. México, con la moral por las nubes, remontó un 2-0 en contra para empatar 2-2 con goles de Ricardo Peláez y Luis Hernández, sellando su pase a octavos de final. Lapuente no se conformaba con eso; solía mostrar otras cintas sobre resistencia y supervivencia extrema. Nos enseñó que la resiliencia y la determinación no son discursos motivacionales vacíos, sino músculos que se entrenan, incluso a través del cine.

Una carrera forjada con éxitos

Su sabiduría estaba respaldada por una trayectoria impresionante. Tras una sólida carrera como jugador en equipos como Monterrey, Necaxa y Puebla, Lapuente se convirtió en un director técnico que dejó huella en cada club que tocó. Sus campeonatos con Puebla, el bicampeonato que consolidó al Necaxa de los 90s como una potencia, y su título con el América en el Torneo Verano 2002, son el testimonio de un hombre que entendía el fútbol desde la cancha hasta el corazón del vestidor.

Hoy, la lección más valiosa que nos deja Manuel Lapuente es que el liderazgo genuino consiste en encontrar caminos creativos para sacar lo mejor de las personas. No se trata solo de ganar partidos; se trata de forjar equipos que creen en lo imposible. Ese es un legado que trasciende cualquier trofeo.

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