En este oficio, tras años viendo fútbol desde la tribuna de prensa, aprendes que algunos empates saben a más que una victoria, y otros dejan un regusto amargo. El partido de anoche entre Cruz Azul y Querétaro fue un poco de ambas cosas.
La Máquina Celeste comenzó con la intensidad que la ha caracterizado en este torneo. Cuando un equipo marca temprano, como el gol de José Paradela al minuto 14, suele pensar que tiene el control. Pero la experiencia te dice que un partido de fútbol es una montaña rusa. Querétaro, un conjunto con mucho corazón, nunca se rindió y su igualdad casi inmediata por parte de Santiago Homenchenko fue un recordatorio de que los balones parados son un arma letal; una lección que, seamos sinceros, Cruz Azul ha tenido que aprender a las malas en más de una ocasión.
Luego vino el momento que cambia los partidos: un error del portero Kevin Mier. He visto a los mejores arqueros pasar por baches así. La confianza es frágil, y un desliz como el que permitió el segundo gol de Homenchenko puede pesar en las siguientes jornadas. La respuesta del técnico Martín Larcamón, con el ingreso de Ángel Sepúlveda, fue clara: buscar la remontada con veteranía. La expulsión de Jhojan Palacios por los Gallos pareció abrir la puerta definitivamente para el equipo local.
Sin embargo, la desesperación es el peor enemigo de un futbolista. La roja directa para Luka Romero, un jugador tan talentoso como impulsivo, equilibró las fuerzas y puso en evidencia la falta de serenidad en un momento crítico. Desde la banda, se podía sentir la frustración de Larcamón pidiendo calma. En esos instantes, un equipo muestra su verdadero carácter.
Y fue ahí donde surgió un destello de calidad. El empate agónico de Gabriel Fernández, su tercera anotación consecutiva, demostró que tiene la puntería de un goleador en racha. Es el tipo de jugador que gana partidos incluso cuando el equipo no está en su mejor día. El ambiente en el estadio se electrizó, con la afición volcada en apoyo total, aunque lastimosamente mezclado con improperios inaceptables hacia el arquero rival.
Al final, pese a los 14 minutos de adición y la presión constante, la victoria se escapó. Un punto sabe a poco cuando se busca el liderato, pero en una temporada larga, rescatar un empate así puede ser visto, con la perspectiva que da el tiempo, como un punto ganado que fortalece la moral de la escuadra para los desafíos que vienen.