El último suspiro de dos titanes del olvido

En el majestuoso coliseo de la irrelevancia, conocido por los lugareños como El Encanto, se celebrará el ritual anual de la autoflagelación futbolística. El Mazatlán FC, esa institución que ha elevado la mediocridad a forma de arte, tendrá el insondable privilegio de recibir a los Rayos del Necaxa, una descarga eléctrica tan potente que apenas ha logrado electrificar a un rival en este santuario desde los lejanos días de 2020.

Con la colosal cifra de 13 unidades —un logro que haría palidecer de envidia a cualquier equipo de ligas menores de ajedrez por correo—, los Cañoneros se disponen a ofrecer a su masoquista afición una última función de su tragicómico espectáculo. Su objetivo no es la gloria, concepto que les es tan ajeno como un partido sin errores, sino una despedida “decorosa”, ese eufemismo maravilloso para nombrar la derrota con cierta elegancia.

La Gran Obra de Teatro Absurda

Mientras el cuadro de la Perla del Pacífico navega sin rumbo en el mar de la nulidad deportiva, el conjunto dirigido por el estratega Fernando Gago practica la más pura fe cartesiana: creen que pueden alcanzar un milagro matemático. Su destino no depende de sus actos, sino de un complejo algoritmo de fracasos ajenos, una lotería en la que el premio mayor es el derecho a ser humillados en una ronda adicional.

El Porvenir de Dos Náufragos

Así se encuentran estos dos titanes del olvido, mirando con perplejidad hacia el Clausura 2026 y el año mundialista. Se preparan para una temporada que promete más cambios que un gobierno en año electoral, más promesas que un político en campaña y, casi con certeza, los mismos resultados que han convertido sus partidos en alegorías perfectas del eterno retorno de lo mismo. El fútbol mexicano, ese gran circo donde los payasos ocupan la presidencia y los trapecistas jamás encuentran la red.

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