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La épica baja de un titán por una sobrecarga cósmica

La máquina del absurdo seleccionador no se detiene ante una baja. Una sátira sobre el circo mediático del futbol nacional.

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En un giro de eventos que ha conmocionado los cimientos mismos de la patria y ha sumido a la nación en un duelo de proporciones épicas, el Titán de Úrsulo Galván, César Huerta, ha sido declarado baja de la Santa Cruzada rumbo a los confines exóticos de Oriente.

La causa de esta catástrofe nacional: una sobrecarga muscular. Sí, ha leído bien. No fue el embate de un dragón, ni la picadura de una bestia mitológica, sino el más prosaico y mundano de los percances físicos, el que ha dejado fuera de combate a nuestro paladín. La Dirección Deportiva, ese oráculo inescrutable cuyos designios nadie cuestiona, ha confirmado el diagnóstico con la solemnidad de quien anuncia el destino del universo.

Así, el héroe que prometía llevar las armas tricolores a glorificar en los campos de batalla de Japón y Corea del Sur se verá, en cambio, confinado al ostracismo de un centro de rehabilitación, masajeándose la pierna con ungüentos mágicos mientras contempla por televisión cómo sus compañeros libran la gesta sin él. El absurdo institucional, ese monstruo de mil cabezas, demuestra una vez más que prefiere el melodrama burocrático y el comunicado oficial antes que el simple sentido común.

El circo de la Selección Nacional, con sus payasos de traje técnico y sus animales amaestrados, no se detiene por tan poca cosa. La función debe continuar. El engranaje perfecto de la irrelevancia futbolística sigue girando, imperturbable, hacia la próxima decepción.

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