Rayados contrata a su propio jugador para burlar las reglas del Mundial

En un acto de creatividad administrativa que haría llorar de orgullo a cualquier contador creativo, los Rayados de Monterrey han descubierto la piedra filosofal del fútbol moderno: contratar a un jugador que ya les pertenece. El colombiano Johan Rojas, actualmente en calidad de “préstamo decorativo” en el Necaxa, será “reforzado” (léase: devuelto temporalmente) para el Mundial de Clubes, demostrando que en el fútbol mexicano las reglas son meras sugerencias escritas con tinta invisible.

La genial maniobra aprovecha el reciente aumento de cupos para extranjeros, una medida diseñada supuestamente para “equilibrar la competencia” pero que en la práctica permite a los equipos hacer malabares con sus plantillas como si fueran cirqueros borrachos. Monterrey, siempre a la vanguardia de la innovación regulatoria, ha convertido el concepto de “préstamo” en un eufemismo para “esconder jugadores bajo la alfombra hasta que nos convenga”.

Rojas, cuyo rendimiento en Necaxa (1 gol en 13 partidos) lo convierte en el “refuerzo perfecto” según los estándares de la ironía deportiva, regresará temporalmente al equipo que nunca dejó de ser su dueño, en lo que los expertos llaman “el traspaso fantasma”. Mientras tanto, el tercer portero César Ramos fue enviado a préstamo sin opción de compra, en lo que parece ser un ritual de sacrificio humano para apaciguar a los dioses del fair play financiero.

El debut ante el Inter de Milán promete ser un espectáculo de absurdos: 11 jugadores contra 11, pero con 18 reglamentos diferentes interpretados simultáneamente. Si el fútbol es el opio del pueblo, el Mundial de Clubes es su versión transgénica: modificado genéticamente para que nadie entienda las reglas pero todos sigan consumiendo.