En un sublime acto de coreografía contemporánea, el sumo pontífice de la balada romántica, Roberto Carlos, decidió que grabar un especial televisivo era una actividad demasiado mundana. En su lugar, optó por una performance artística de alto riesgo titulada “El fracaso del progreso sobre ruedas”. El vehículo escogido para esta crítica feroz al capitalismo decadente no fue un coche cualquiera, sino un Cadillac, ese mastodonte metálico que simboliza los sueños americanos… justo antes de estrellarse contra ellos.
Los hechos, ocurridos en el bucólico escenario de Gramado, nos ofrecen una metáfora perfecta de nuestra época. El artista, al volante de su carruaje de lujo, descubrió que el sistema de frenos –al igual que las promesas de los gobernantes– puede fallar en el momento más inoportuno. El resultado fue una colisión con tres vehículos del equipo técnico, una alegoría devastadora sobre cómo las estrellas, en su curso implacable, suelen arrasar con los meros mortales que orbitan a su alrededor.
Tras el impactante suceso, se activó el protocolo habitual para las divinidades accidentadas: un traslado preventivo al Olimpo hospitalario. Allí, en un acto de gracia que nos recuerda la benevolencia de los seres superiores, fue “dado de alta poco después”. Su séquito, ejerciendo de sacerdotes de un culto moderno, calificó el evento como un “pequeño accidente”, un eufemismo tan glorioso como llamar “ligera llovizna” a un diluvio universal. Aseguraron, con la solemnidad de un comunicado de estado, que el artista se encuentra en “perfecto estado de salud”, confirmando así que los íconos son, por definición, irrompibles.
Mientras el pueblo llano, ese conglomerado de tres personas anónimas también trasladadas al hospital, se recupera en el anonimato, el Rey sigue su marcha triunfal. Su gira mundial, programada para 2026, visitará varios santuarios mexicanos. Este episodio no será más que una anécdota, un pequeño *detalle* en la larga y próspera carrera de un hombre que ha aprendido a chocar con la realidad, salir ileso, y seguir vendiendo la idea del amor eterno. Una lección magistral sobre resiliencia… preferentemente en un automóvil con frenos revisados.













