Harry Styles roba protagonismo en la elección del nuevo Papa

En un giro divino (o al menos digno de un reality show celestial), Harry Styles demostró que incluso la elección papal puede convertirse en su telón de fondo personal. Mientras miles de almas piadosas lloraban de emoción ante el humo blanco, el sumo sacerdote del pop moderno apareció como por arte de magia –quizás la misma que usa para mantener relevante su carrera solista– en la Plaza de San Pedro.

El cantante, experto en camuflaje urbano con atuendos que gritan “¡mírenme tratando de no ser visto!”, fue descubierto por una feligresa de su propia religión: el fandom. Su disfraz de “turista que odia ser reconocido” (chaqueta azul, gafas de sol y gorra con mensaje irónico) resultó tan efectivo como un elefante en una sacristía.

“Nuestros ojos se encontraron entre la multitud”, declaró la devota seguidora en X, probablemente confundiendo un vistazo casual con un pacto espiritual. La imagen, por supuesto, se volvió más viral que la noticia del nuevo Papa León XIV, demostrando que en la era digital, un ex boybander vale más que mil cardenales.

Desde que abandonó los escenarios (para dedicarse a aparecer aleatoriamente como un Pokémon legendario), Styles ha perfeccionado el arte de la aparición estratégica: desde correr maratones en tiempo récord (¿entrenamiento para huir de la fama?) hasta asistir a funerales de excompañeros (marketing emocional en su estado más puro).

Su única intervención musical reciente –un dueto con Stevie Nicks– fue claramente una distracción para que no notáramos su ausencia creativa. Mientras la Iglesia celebraba un nuevo líder espiritual, Styles reafirmaba su propio dogma: en el culto a la celebridad, él es tanto mesías como mártir, crucificado diariamente por los flashes pero siempre resucitando en tendencias.

¿Qué hace realmente un ídolo pop en semejante evento histórico? Quizás buscando inspiración para su próximo álbum: Holy Water o Así en la Tierra como en los Charts. O tal vez, en un acto de humildad cristiana, venía a recordarnos que incluso en los momentos más trascendentales, el mundo prefiere mirar al que baila en calzoncillos en videos virales antes que al que porta la tiara papal.