La familia de Pilar Montenegro desmiente rumores sobre su frágil salud

En un mundo donde la fama es una condena perpetua a ser devorado por el circo mediático, Pilar Montenegro decidió convertirse en el Houdini de los reflectores. Cumplió 53 años lejos de las cámaras, mientras el rumorólogo industrial —esa fábrica de mitos modernos— especulaba si estaba en un spa de lujo o en una batalla épica contra su propio sistema nervioso.

Hace seis años, sus excompañeros de Garibaldi, incluido el ya desaparecido Xavier Ortiz, imploraban a la prensa que respetaran su decisión de volverse invisible. Claro, porque en este negocio, retirarse en paz es tan improbable como encontrar un político honesto en una subasta de favores. “Se fue con mal sabor de boca”, dijeron, aunque quizá el sabor amargo era el de los medios masticando su vida privada.

Su Instagram, ese altar donde las celebridades sacrifican su intimidad por likes, solo muestra una foto de 2024 con un mensaje familiar. Mientras, los tabloides jugaban al teléfono descompuesto: ¿silla de ruedas? ¿Emergencia médica? La familia, en un comunicado más breve que un discurso de campaña, zanjó: “Está bien”. Y añadieron la frase más revolucionaria en el espectáculo: “Respeten su privacidad“. ¡Escándalo!

Montenegro, quien debutó en los 80 con Fresas con Crema (nombre que hoy suena a metáfora de la industria musical), luego brilló en telenovelas donde los finales felices son ley. Irónico, porque su retiro no oficial en 2013 desató otro guión dramático: el diagnóstico de esclerosis múltiple. ¿La trama? Un sistema inmunológico rebelde que, como los paparazzi, ataca sin piedad. Eso sí, ni la enfermedad logró quebrar su silencio. O tal vez, pensaban los medios, es que ya no somos tan importantes.