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Internacional

El circo bélico del Caribe una farsa en clave de sátira

Una absurda escalada bélica se disfraza de operativo antidrogas en el Caribe, mientras la geopolítica se reduce a un reality show.

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En un alarde de delicadeza diplomática que solo puede ser descrito como sutil como un misil, el autoproclamado estadista de Twitter, Donald Trump, ha amenazado con convertir el cielo del Caribe en un cementerio de chatarra aeronáutica venezolana. La provocación, digna de un niño que blande su avión de juguete, surgió porque unos intrépidos pilotos bolivarianos osaron mirar con descaro a un buque de guerra estadounidense que, por pura casualidad, se encontraba de turismo en aguas territoriales ajenas.

“Si nos ponen en una situación peligrosa, serán derribados”, declaró el Comandante en Jefe desde su trinchera en el Salón Oval, un lugar donde la cordura vuela tan bajo que ya ni siquiera aparece en el radar. Acto seguido, y en un ejercicio de coherencia magistral, desplegó una decena de aviones F-35 en Puerto Rico, porque nada dice “no queremos conflicto” como enviar cazas de última generación a la puerta del vecino.

El gran teatro geopolítico alcanzó su climax cuando, al ser interrogado sobre su deseo de un cambio de régimen en Caracas, el Presidente esquivó la pregunta con la elegancia de un toro en una cacharrería y esgrimió su argumento maestra: la guerra contra las drogas. ¡He ahí el pretexto eterno, el comodín moral que justifica desde embargos hasta invasiones! Según esta lógica impecable, el complejo entramado de la política internacional puede reducirse a una simple ecuación: país que no me gusta = narcoestado.

Mientras tanto, en Caracas, Nicolás Maduro, ese paladín de la soberanía nacional cuya fortuna personal es tan misteriosa como la localización de las supuestas plantaciones de cocaína que dirige, clamó por la paz. Desde su trinchera, rodeado de uniformados, aseguró que ninguna diferencia justifica un conflicto militar. Una declaración que, sin duda, hubiera sonado más convincente si no viniera de un gobierno que tiene más generales que soluciones para la crisis humanitaria de su pueblo.

Así, el circo de lo absurdo sigue su curso: un presidente acusado de narcotráfico por un país cuyo apetito por la cocaína financia dicha industria, y un acusador que ofrece recompensas millonarias mientras bombardea barcos en nombre de la lucha contra el terrorismo. Una farsa en la que todos tienen un papel, menos la razón y el derecho internacional, que hace tiempo fueron dados de baja por daños contra la hipocresía.

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