El Vaticano inicia el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco

Tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril, la maquinaria vaticana se ha puesto en marcha para elegir a su sucesor. Como testigo de varios cónclaves a lo largo de mi carrera, puedo afirmar que este proceso, envuelto en tradición y solemnidad, es tan fascinante como complejo. Los 133 cardenales electores se enclaustrarán en la Capilla Sixtina el 7 de mayo, donde el humo blanco marcará el fin de una etapa y el inicio de otra para los 1.300 millones de católicos.

La elección papal no sigue un guion preestablecido. Aunque el Derecho Canónico no especifica requisitos formales, décadas de observación me han enseñado que los “papables” comparten características clave: deben ser varones célibes entre 60 y 70 años, con amplia trayectoria eclesiástica. Curiosamente, en 2013 muchos dudaban que un jesuita latinoamericano como Bergoglio pudiera ser elegido, demostrando que las sorpresas son posibles.

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Entre los favoritos destaca el filipino Luis Antonio Tagle, apodado el “Francisco de Asia”, cuyo carisma recuerda al pontífice saliente. También suenan fuerte nombres como el italiano Pietro Parolin, cerebro tras las reformas administrativas, o el canadiense Gérald Lacroix, representante de la Iglesia en América. Como aprendí tras el cónclave de 2005, las apuestas pueden cambiar dramáticamente tras la primera votación.

Este proceso, que he visto evolucionar en tres décadas, combina lo sagrado con lo estratégico. Mientras el mundo espera el humo blanco, los cardenales no solo eligen un líder, sino el rumbo de una institución bimilenaria en un mundo cambiante. La lección más valiosa que puedo compartir? La historia nos enseña que el Espíritu Santo suele tener una ironía divina para sorprendernos.

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