La Gran Convocatoria del Mando Supremo en Quantico

El Gran Conclave de los Generales Perplejos

En un acto de trascendencia cósmica que seguramente alterará el eje de la Tierra, el honorable secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha emitido un edicto imperial. Cientos de los más excelsos oficiales militares, aquellos cuyas charreteras brillan con la luz de incontables estrellas, han recibido la sagrada orden de peregrinar hacia la base del Cuerpo de Marines en Quantico, Virginia. El motivo de este sínodo castrense, como es tradición en los altos círculos del poder, es un misterio tan profundo como el presupuesto de defensa.

Las voces anónimas, esos valientes fantasmas burocráticos que susurran entre las sombras del Pentágono, se atreven a calificar el movimiento de “inusual”. ¡Inusual! He ahí un eufemismo digno de un manual de relaciones públicas. En el reino de Hegseth, lo “usual” es lo verdaderamente extraño: despedir almirantes como si se cambiaran de calcetines, o reducir mandos con la frivolidad con que se recorta un seto.

El portavoz del imperio, Sean Parnell, confirmó el evento con la solemnidad de un oráculo griego: Hegseth “se dirigirá a sus líderes”. No se esperan preguntas. Solo la recepción de la nueva verdad revelada.

Mientras tanto, ochocientos generales y almirantes, dispersos por el globo como semillas de un diente de león beligerante, dejan sus comandos en una docena de zonas horarias para acudir al llamado. Uno se pregunta si la agenda incluye un taller de team-building o simplemente la lectura de una lista de proscritos.

Esta reunión es solo el último capítulo de la “Gran Purga Hegseth”, una cruzada administrativa donde los oficiales de cuatro estrellas son reducidos en un 20%, como si se tratara de una oferta de temporada. En febrero, la almirante Lisa Franchetti y el general James Slife fueron defenestrados sin más explicación que un capricho presidencial. El último en caer fue un general de inteligencia cuyo crimen fue evaluar el daño a sitios nucleares iraníes con una precisión que no complació al oráculo mayor, el presidente Trump. En la nueva milicia, la lealtad es el único criterio de supervivencia.

Así, el ejército más poderoso del mundo se convierte en el escenario de una farsa kafkiana, donde los altos mandos viajan sin saber si acuden a una reunión estratégica o a su propio juicio sumarísimo. El absurdo está servido en Quantico. Bon appétit.

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio