Internacional
Médicos del Garrahan desafían al gobierno en reclamo por salarios dignos
El conflicto en el principal hospital pediátrico de Argentina escala mientras el gobierno enfrenta acusaciones de arbitrariedad.

En el corazón de Buenos Aires, el Hospital Garrahan, faro de la medicina pediátrica en América Latina, se ha convertido en el epicentro de una batalla que trasciende lo salarial: es un pulso entre la precarización sistémica y la dignidad del sistema sanitario. Médicos, residentes y personal administrativo alzan la voz contra lo que denominan “asfixia económica“, un síntoma más de la crisis estructural que atraviesa Argentina bajo el gobierno de Javier Milei.
¿Qué ocurre cuando un centro que atiende el 40% de la oncología infantil y el 60% de los trasplantes pediátricos del país ve cómo sus profesionales emigran masivamente? La respuesta está en las calles: velas encendidas simbolizan no solo protesta, sino el oscuro panorama de salarios que no cubren la canasta básica. Mientras el oficialismo anuncia aumentos selectivos —de $660 a $1,083 mensuales para residentes—, el 90% de la planta permanente queda excluida, alimentando un conflicto que podría derivar en paros históricos.
La ironía es palpable. El mismo gobierno que acusa al kirchnerismo de inflar nóminas con “ñoquis administrativos” ahora enfrenta una investigación judicial por abuso de autoridad, tras destituir en 2024 al directorio del hospital por aprobar bonos. El ministro de Salud, Mario Lugones, defiende sus medidas como “limpieza de gastos superfluos”, pero los datos son contundentes: 200 profesionales han renunciado en meses, dejando tras de sí equipos interdisciplinarios fracturados y pacientes en riesgo.
Este no es un reclamo más. Es el grito de un sistema al borde del colapso, donde la excelencia médica choca contra la lógica de ajuste. Mientras los residentes denuncian anuncios salariales por redes sociales —sin documentos oficiales—, el fiscal Guillermo Marijuán investiga si las decisiones sobre el Garrahan responden a arbitrariedades ideológicas. En juego está no solo el presente de los trabajadores, sino el futuro de miles de niños que dependen de este santuario de la salud.
La pregunta disruptiva: ¿Puede un hospital ser víctima y solución a la vez? Innovadores como Zeynep Ton en EE.UU. demostraron que invertir en salarios dignos reduce costos a largo plazo —menos rotación, más eficiencia—. ¿Y si el Garrahan, en lugar de recortes, liderara un modelo de financiamiento colaborativo con universidades y ONGs? La verdadera revolución no está en ajustar presupuestos, sino en reimaginar cómo valoramos a quienes salvan vidas.

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