Internacional
Pakistán se ahoga en orgullo mientras las inundaciones arrasan comunidades
Las autoridades pakistaníes insisten en su autosuficiencia mientras el agua se lleva vidas y casas.

Pakistán se ahoga en orgullo mientras las inundaciones arrasan comunidades
En un espectáculo de tragicomedia climática, las autoridades pakistaníes han declarado con solemnidad burocrática que no necesitan ayuda extranjera, mientras los cadáveres flotan como macabros recordatorios de su “eficiencia”. Los rescates avanzan al ritmo de un caracol en huelga, y el conteo de muertos —ahora 274— parece el marcador de un juego perverso donde el agua siempre gana.
En la vecina Cachemira, el monzón decidió jugar a los bolos con aldeas enteras, derribando siete vidas como si fueran pinos. Mientras tanto, en Buner, las montañas escupieron rocas con la delicadeza de un Godzilla borracho, convirtiendo casas en puzzles imposibles de armar.
El portavoz oficial Mohammad Suhail, maestro del eufemismo, describió las casas “reacomodadas por fuerzas naturales” —nunca “destruidas”— y prometió que las búsquedas continuarán “hasta que el presupuesto lo permita”. Los aldeanos, por su parte, denuncian que las alertas tempranas llegaron tan tarde como un tren en hora punta.
El manual del perfecto inútil en gestión de crisis
El teniente general Inam Haider ofreció una clase magistral de cinismo climático: “El cambio climático existe, pero nuestros sistemas de alerta son tan modernos como un telegrama”. Mientras tanto, Asfandyar Khan Khattak, director de Gestión de Desastres, batió el récord mundial de excusas: “Ni la NASA podría predecir estas lluvias”, dijo, olvidando que los aldeanos con barómetros caseros lo hicieron.
En Qadar Nagar, 24 miembros de una familia se convirtieron en estadística climática durante los preparativos de una boda. Umar Khan, el patriarca superviviente, resumió la filosofía gubernamental: “El agua llegó sin avisar, como los impuestos”.
Cambio climático: el villano perfecto para tapar negligencias
Expertos como Khalid Khan señalan la ironía suprema: Pakistán contribuye menos del 1% a las emisiones globales, pero sufre como si fuera el taller de Vulcano. Las autoridades, mientras tanto, han descubierto una nueva estrategia: culpar al clima mientras firman permisos para construir en lechos de ríos.
Mientras las excavadoras retiran escombros con la urgencia de un funcionario a la hora del té, las promesas de “mejores sistemas” suenan tan huecas como las casas derrumbadas. El monzón seguirá llegando, las inundaciones seguirán matando, y los discursos seguirán sonando… hasta que el micrófono también se lo lleve la corriente.

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