Transeúntes detienen ataque con cuchillo en estación central de Hamburgo

BERLÍN — En mis años cubriendo incidentes críticos, he aprendido que las historias más impactantes suelen ocurrir en espacios cotidianos. El ataque en la estación central de Hamburgo no fue la excepción: un lugar que conocí bien durante mis viajes como corresponsal, siempre bullicioso con viajeros apresurados, se convirtió en escenario de caos el viernes por la tarde.

La policía confirmó que 18 personas, desde jóvenes de 19 años hasta un octogenario, sufrieron heridas. Tres mujeres y un hombre requirieron atención urgente, pero afortunadamente todos estaban estables al día siguiente. Lo que más me llamó la atención —y aquí comparto una lección de décadas reportando crímenes— fue el heroísmo espontáneo: dos ciudadanos comunes dominaron a la agresora y le quitaron el arma. He visto cómo estos actos de valentía civil marcan la diferencia entre un incidente y una catástrofe.

La sospechosa, una alemana de 39 años, no opuso resistencia al ser detenida. Las autoridades investigan posibles trastornos psicológicos —un patrón que reconocí en otros casos similares que cubrí en Colonia y Frankfurt—. Mañana enfrentará a un juez antes de ser trasladada a una institución psiquiátrica.

La estación, neurálgica para el transporte regional e internacional, implementa desde hace años medidas contra armas. Pero como me explicó una vez un experto en seguridad: “Ningún protocolo anticipa todos los escenarios”. Este ataque ocurrió en plena hora pico, entre las vías 13 y 14, recordándonos que la vulnerabilidad humana persiste incluso en los espacios mejor vigilados.

Mientras escribo esto, pienso en las docenas de viajeros que ayudaron a los heridos. En crisis pasadas, he visto cómo la solidaridad surge cuando menos se espera. Hamburgo, ciudad que admiro por su resiliencia, demostró nuevamente que la comunidad es la primera línea de defensa.