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Pepsi convierte río chiapaneco en refresco gigante con su contaminación

La justicia ambiental llega con retraso, pero con cifras que asustan más que un refresco sin gas.

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Pepsi convierte río chiapaneco en refresco gigante con su contaminación

El Santo Domingo ahora con sabor a cola: nuevo atractivo turístico no autorizado.

CIUDAD DE MÉXICO. En un audaz intento por fusionar la industria de bebidas con la acuicultura, Bebidas Purificadas Pepsi ha logrado lo impensable: transformar el Río Santo Domingo en el primer curso de agua premiun con burbujas naturales (y químicas). La Profepa, ese molesto ente que insiste en proteger cosas aburridas como “ecosistemas”, ha tenido que intervenir para frenar esta innovadora —aunque ilegal— estrategia de marketing experiencial.

Según documentos oficiales, la empresa superó en un 59.94% los límites de descargas permitidos, equivalente a 100,638 metros cúbicos de “esencia de cola” vertida sin pudor. “No es contaminación, es branding territorial“, habría argumentado algún ejecutivo creativo antes de que los inspectores le cortaran el chorro literalmente.

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Lo más irónico: mientras activistas llevan décadas pidiendo agua potable para comunidades indígenas, Pepsi les ofreció —sin consultar— un all-inclusive de sabores industriales. “Es el capitalismo solidario“, comentó un burócrata mientras firmaba la clausura temporal, misma que durará lo que tarde el próximo soborno —ejem— “donativo para la conservación”.

Mientras tanto, el río Santo Domingo sigue fluyendo con un tono sospechosamente parecido al Pepsi Blue, y los peces desarrollan una extraña adicción a la cafeína. La empresa, fiel a su estilo, guarda un silencio más elocuente que sus facturas de agua sin pagar.

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