En un alarde de eficiencia que dejó boquiabiertos a los ciudadanos, el Laboratorio de Biológicos y Reactivos de México (Birmex), ese faro de la administración impecable, ha vuelto a superarse a sí mismo. La paraestatal, en un ejercicio de austeridad visionaria, ha decidido no adquirir la abrumadora cantidad de 1,026 claves de fármacos y materiales sanitarios. ¿Para qué saturar los almacenes con medicamentos, cuando se puede fomentar la creatividad popular en la búsqueda de remedios alternativos?
La nueva matemática gubernamental: 50% de éxito es un triunfo rotundo
Los burócratas más entusiastas han salido a celebrar que se logró adjudicar el 50.5% del objetivo. ¡Más de la mitad! Bajo esta lógica impecable, si un hospital tiene diez camas y cinco están rotas, la institución funciona a pleno rendimiento. La compra consolidada 2025-2026, un término que ya suena a chiste recurrente, demostró una vez más que la consistencia es el verdadero valor. No cualquiera puede fallar dos veces seguidas con tanto estilo.
La siempre vigilante Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno (cuyo nombre ya es, en sí mismo, la mejor pieza satírica del sexenio) destapó los delicados pormenores. Resulta que el proceso anterior fue suspendido por esos molestos “posibles indicios de corrupción” y un detalle menor: un sobrecosto de trece mil millones de pesos. Una bagatela, si se considera que el dinero público es un recurso infinito que brota mágicamente de los discursos oficiales.
El desierto floreciente: donde no crece ni una sola oferta
Del total de claves no adquiridas, 140 fueron declaradas formalmente “desiertas“. Un término poético que evoca la vastedad yerma de la gestión. Los laboratorios farmacéuticos, en un acto de inexplicable desinterés, se negaron a participar. Quizás estaban demasiado ocupados contando las ganancias de contratos anteriores, o tal vez la maraña burocrática les pareció un terreno infranqueable incluso para ellos.
Las 886 claves restantes cayeron en la categoría de “no solventes“. Es decir, los proveedores, con una audacia insólita, pidieron más dinero del que Birmex había presupuestado con optimismo infantil. Aquí yace la verdadera lección: en el Nuevo Paradigma de la Cuarta Transformación, los precios del mercado deben plegarse a la voluntad política, y no al revés. Si la realidad se resiste, se la declara “no solvente”.
Así, entre desiertos administrativos y ofertas insolentes, el sistema de salud mexicano avanza, no hacia la curación, sino hacia la perfección de un arte abstracto: la gestión de la escasez. Swift, en su modestia, solo propuso comer niños irlandeses. Nuestros burócratas, con mayor ambición, proponen un menú más sofisticado: la espera eterna, la dosis incompleta y el estante vacío como política de Estado.
















