El magnate y la granada cuando la realidad supera la retórica oficial

En un giro tragicómico que parecería sacado de un guion de Narcos: La Parodia, la vida del delegado de la Fiscalía General de la República en Tamaulipas, Ernesto Vásquez Reyna, terminó como un capítulo más de esa serie que México vive en streaming las 24 horas. Un grupo de “emprendedores locales” (léase: sicarios) decidió que su proyecto de negocio incluía lanzar una granada a su camioneta, seguido de un pitch de balas para convencerlo de no subirse a otra. Eficiencia letal, eso sí.

Lo irónico, como bien apuntaría un economista de café, es que justo una semana antes, la FGR había “asegurado” dos millones de litros de hidrocarburo en Reynosa. Entre tanques, motobombas y generadores, el operativo parecía más el inventario de una ferretería narco que una acción del Estado. Pero claro, son solo “hechos aislados”, como dicen en Palacio Nacional, donde la realidad tiene una suscripción de paga para entrar.

Entonces apareció el Ricardo Salinas Pliego, ese filósofo espontáneo de Twitter que, entre promociones de Elektra y memes, recordó a todos que el emperador está desnudo. “¿Ustedes qué opinan?”, preguntó el magnate, como si la respuesta no fuera obvia: que el país es un reality show donde los narcos son los productores y los funcionarios, invitados con poca permanencia. Sus seguidores, en un coro de resignación, corearon: “Ya lo normalizan como si fuera el Día de Muertos”. Y sí, qué mejor tradición mexicana que balaceras con pirotecnia.

Mientras tanto, el gobierno de la 4T sigue empeñado en vender la idea de que todo está bajo control, como un vendedor de seguros en medio de un huracán. “No hay terrorismo”, repiten, mientras las granadas vuelan más que las promesas de campaña. Y así, entre hashtags y operativos fallidos, México avanza hacia su destino: un país donde el crimen es política pública y la impunidad, el impuesto predial.