Nacional
El penal de Aguaruto, un Walmart del crimen con WiFi y envío a domicilio
El penal de Aguaruto sigue siendo un centro comercial clandestino, pero de armas y drogas, no de rehabilitación.

En un espectacular despliegue de incompetencia institucional, las autoridades mexicanas realizaron su cuarta “sorpresiva” revisión en el penal de Aguaruto, donde, para asombro de nadie, descubrieron que la prisión sigue funcionando como el centro logístico mejor surtido de la delincuencia organizada. No contentos con haber encontrado en revisiones anteriores suficientes armas como para equipar un batallón, drogas para una fiesta de Wall Street y túneles dignos de una película de guerra, esta vez los custodios (que claramente cumplen su labor con la eficacia de un colador) dieron con un arsenal que incluye desde fusiles de asalto hasta un kit completo de Starlink, porque hasta los narcos merecen streaming en alta definición.
El penal, rebautizado por los internos como “Amazon Prime del Crimen”, ofrece entrega rápida de AK-47, cocaína y hasta servicio técnico de Internet, todo bajo el beneplácito de un sistema penitenciario que parece creer que los derechos humanos incluyen el derecho a portar granadas. Las autoridades, tras decomisar el equivalente a una armería y una tienda de electrónicos, aseguraron que todo se hizo “respetando los derechos de los reclusos”, porque nada dice rehabilitación como permitir que los presos tengan mejor conexión a WiFi que la mayoría de las escuelas públicas.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, admitió lo que hasta un niño de primaria podría deducir: hay complicidad de los custodios. Una revelación tan impactante como descubrir que el agua moja. Mientras tanto, la Guardia Nacional y la Sedena montan un operativo digno de una invasión extraterrestre para vigilar un penal donde, según los registros, los reclusos entran y salen con la libertad de clientes en un centro comercial. Con 94 fugas en 15 años, Aguaruto tiene peor control de acceso que un concierto gratis.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos, en un arranque de sinceridad, catalogó el penal como “zona de autogobierno”, un eufemismo elegante para decir que los verdaderos directores llevan pasamontañas. Entre tanto, los reclusos de “Los Chapitos” y “Los Mayos” siguen su disputa por el control del penal, demostrando que incluso tras las rejas, el capitalismo criminal florece con más éxito que los programas de reinserción social.
En resumen, Aguaruto no es una prisión: es un sarcástico monumento a la simulación institucional, donde cada revisión es un episodio más de esta tragicomedia llamada “seguridad nacional”. Y mientras las autoridades se felicitan por decomisar otro cargamento (que volverá a aparecer mañana), los mexicanos podemos dormir tranquilos sabiendo que, al menos, los narcos nunca se quedarán sin señal para sus videollamadas.

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